El cementerio de barcos

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El cementerio de barcos

El cementerio de barcos, de Paolo Bacigalupi, es una distopía más pero algo mejor que otras.

Mundo futuro. Golfo de México. Playa de Bright Sands. Antiguos petroleros y mercantes encallados o hundidos. Mucha gente malvive trabajando como desguazadores. Nailer, de 17 años, pertenece a una cuadrilla de adolescentes que se ocupan de sumergirse para llegar a lugares difíciles y recuperar algunos materiales como las conducciones de cobre. Su padre, Richard, es alcohólico y, en ocasiones, es extraordinariamente violento con él. Encuentra un cierto apoyo en su jefa, una chica un poco mayor llamada Pima, y en la madre de Pima, Sadna, una mujer sensata y fuerte. Un día Nailer se ve atrapado en un depósito de petróleo y tiene un accidente. No puede trabajar unos días y, además, hay un gran huracán, después del cual Pima y él descubren descubren un clíper de lujo averiado entre las rocas y, en su interior, todos los tripulantes muertos menos una chica joven que resulta ser la heredera de una gran familia, Nita. Se puede decir que ahí comienza el relato: Nailer elige hacer caso a la chica y acompañarla para que pueda volver con su padre. Va con ella a Nueva Orleans, junto con Tool, un «medio hombre» diferente a otros, mientras Richard y los rivales del padre de Nita los persiguen.

Como suele ocurrir, abundan las descripciones de detalles intrascendentes, algunos necesarios para situar al lector pero muchos otros no, y son demasiados los pensamientos y emociones de los protagonistas difíciles de imaginar, dadas las situaciones tan raras y tan límites que tienen que vivir. Se podría discutir también el acierto de algunas metáforas que desean transmitir al lector las dificultades del héroe —una avalancha de petróleo como «un torrente de ébano», la potencia de un huracán tropical con el empuje de un carro de combate del viejo mundo…—. Luego, la religiosidad sincrética de los personajes es tan artificiosa que hace pensar en que ha sido concebida por alguien cuyas fuentes son las ideas que le han dejado la lectura del New York Times o los programas de televisión de la CNN (por poner ejemplos lejanos, pero podríamos decir la lectura de El País y de El Mundo).

Dicho esto, hay que añadir que la historia se sigue bien, que Nailer está bien dibujado, que la violencia que se desata en algunos momentos tiene la lógica propia del argumento, que son interesantes los «medio hombres» —«engendros del diseño genético»— y en especial la figura de Tool —alguien que aprende a tomar sus propias decisiones—, que son atractivos los escenarios —el mundo de los barcos al principio y Nueva Orleans después—. Además, los conflictos de lealtades personales se plantean bien: una chica de su cuadrilla que quiere hacerse con el puesto de Náiler decide no prestarle ayuda cuando la necesita; eso hace que Náiler decida no actuar igual cuando ha de tomar una decisión semejante. Bien, expuesto este planteamiento de la trama que me ha parecido interesante, debo añadir que temo a la continuación —pedirá mucho tiempo de lectura, ya conozco a los personajes, las perspectivas que se abren al final no me atraen mucho…—, pero le daré una oportunidad.

Paolo Bacigalupi. El cementerio de barcos (Ship Breaker, 2010). Barcelona: Plaza Janés, 2012; 345 pp.; trad. de Manuel de los Reyes; ISBN: 978-84-01-35254-6.

 

10 abril, 2014
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