Adonde todos los caminos conducen y El camino de la Cruz

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Adonde todos los caminos conducen y El camino de la Cruz

En el libro recientemente publicado en castellano con el título Por qué soy católico, se recogen varias obras de Chesterton posteriores a su conversión al catolicismo en 1922. Ya he puesto reseñas de las tres más importantes: La Iglesia Católica y la conversión; The Thing o Por qué soy católico; y El pozo y los charcos, en este caso con el título El manantial y la ciénaga. Además, en esta edición se incluyen otros textos que también fueron escritos con una finalidad de defensa y explicación de la fe católica: Adonde todos los caminos conducen y El camino de la Cruz.

Adonde todos los caminos conducen recoge siete artículos, o cuatro pues seis se agrupan de dos en dos, publicados en una revista entre 1922 y 1923, y que fueron reunidos para formar un libro con ese título en 1961. «La juventud de la Iglesia» dice que no es cierto «que la ortodoxia haya ido envejeciendo lentamente a lo largo de la historia» sino que son las herejías las que van quedándose viejas. «En defensa de la complejidad» señala que cualquier otra fe resulta más simple que la católica, empezando por el ateísmo, «el supremo ejemplo de una fe simple»: «la irreverencia es un parásito muy servil de la reverencia, y suele perecer con su huésped (…). Si Dios no existiera, no existirían los ateos». «La historia de una verdad incompleta» habla de que las ideas de hoy dejan a la Iglesia «literalmente atrás, es decir, que desaparecen en el horizonte por sí solas antes de que la Iglesia haya acabado de refutarlas». «Una nota sobre religiones comparadas», un doble artículo polemizando con ideas de Wells, primero desarrolla la idea de que al Islam o al Budismo, entre otras, no se «los puede comparar con una Iglesia concebida como dogmática y divina»; y, en su segunda parte, es un reproche a Wells acerca de que, movido por su deseo de ofrecer un contrapeso al cristianismo, acabe presentando a Buda como un moderno escéptico, como «un simpático altruista, alguien parecido a un no conformista que decidiera apuntarse a una Sociedad de Amigos de la Ética», cuando «el gran sabio, santo o escéptico hindú valía un poco más que eso».

El camino de la Cruz fue un texto corto que Chesterton escribió a propósito de unas ilustraciones de William Frank Brangwyn para las estaciones del Via Crucis. En sus primeras páginas hace una crítica de arte y habla de los rasgos técnicos y de las fuentes del pintor, señalando en particular su temor a pintar un Cristo como un Hércules flamenco, quizá recordando el reproche que William Blake hizo a Rubens: «Creí que Cristo era carpintero / y no carretero de cerveza…». En las últimas páginas el autor desea responder a quienes ponen objeciones no al tratamiento sino al tema en sí mismo, a las «personas que afirmarían con sinceridad, si bien de forma superficial, que resulta un tanto morboso pararse detenidamente ante las estaciones del Via Crucis»: Chesterton explica que «si nuestra teoría es verdadera, es decir, que [la pasión y muerte de Jesucristo] no se trató de un accidente sino de la agonía divina que exigía la restauración del mundo, entonces no es en modo alguno ilógico que tal lamento (y tal júbilo) dure hasta el final de los tiempos».

G. K. Chesterton. Adonde todos los caminos conducen (Where All Roads Lead, 1922) y El Camino de la Cruz (The Way of the Cross, 1935). Contenidos en Por qué soy católico; Madrid: El Buey Mudo, 2009; 720 pp.; de la p. 27 a la 75, y de la p. 685 a la 718; trad. de Mariano Vázquez Alonso y Ana Nuño López; ISBN 13: 978-84-937417-0-9. [Vista del libro en amazon.es]

 

24 octubre, 2009
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