Al poner en la página Yotán recordé que, hace años, leí y tomé notas de un magnífico relato corto, de gran intensidad, sobre una niña discapacitada: El sol es un techo altísimo, de la mexicana Liliana Santirso.
Una paloma y un gato, un chico muy activo y su hermana, muda e inexpresiva, son los protagonistas. En los tres primeros capítulos, la paloma, Federico y Elia nos dan a conocer sus mundos interiores. Y en el cuarto capítulo, en tercera persona, se cuenta un mínimo suceso: la persona que la cuida deja en la calle a Elia, los chicos que juegan bromean cruelmente con ella y la derriban, el gato se abalanza sobre la paloma…
Es un acierto el modo de contar las cosas: el escalonamiento paloma-Federico-Elia, la voz propia de cada narrador, el final como un grito.
Así se cuentan las reflexiones de la paloma: «Elia no juega con los niños. Me mira fijo, tan fijamente desde su ventana que parece llamarme. Y yo le hablo también aunque no le digo nada. […] —Elia, me gusta esta calle cerrada; es casi como un parque con pocas casas; me gustan las ventanas y el ruido de las voces. Pero de todo esto, Elia, me gustan más, mucho más, tus ojos fijos que nada esconden».
Así se refleja el talante de Federico y, de paso, se deja entrever una parte del problema: «Le tiré todo el arroz a Elia con mi cerbatana, y ni llora ni se queja. […] ¿No será marciana Elia? ¿Y si la meto en una caja como si fuera una nave espacial? No, mejor no. La última vez que la encerré me castigaron. Quien sabe por qué si nadie la quiere; contratan gente para no atenderla».
Y así se muestra qué piensa Elia cuando mira por la ventana: «La paloma está siempre. La paloma y la calle. La paloma no habla. No me llama Elia. La paloma no me dice tonta».
Liliana Santirso. El sol es un techo altísimo (1988). Amecameca: Editorial Amaquemecan, 1989; 20 pp.; col. Integración; ilust. de la autora. Otra edición en Buenos Aires: Colihue, 1995; ISBN: 84-348-6557-2. El relato puede leerse completo en esta dirección de internet.