En el silencio del bosque, de Cristina Pérez Navarro, es un álbum sin palabras. La primera página muestra una niña con una pelota sentada en una pradera empinada. Luego la vemos dirigirse hacia un bosque detrás de la pelota y, allí, se asusta y acaba encontrándose con un oso.
Salvada mi prevención contra los argumentos donde aparecen osos amables (por las experiencias reales que conozco de cerca), la historia es más que simpática. Gráficamente la narración está bien llevada: la ilustradora hila con acierto las escenas y sus figuras transmiten bien los sentimientos de los protagonistas. Casi todas las ilustraciones ocupan una cara completa excepto en algunas páginas, en las que se muestran dos o tres escenas consecutivas. Todas las ilustraciones van en la página derecha enfrentadas a una página izquierda sin imágenes y del color dominante en la derecha: una forma de componer un álbum que para la historia en sí misma es innecesario, pero que hace bonito el libro y facilita que la lectura tenga más pausa. Y el toque metanarrativo del relato, justo al final, es perfecto: no estorba la lectura de la historia que puede hacer el niño, le deja preguntándose qué ha leído exactamente y le hará volver atrás. Otras consideraciones, si nosotros leemos los libros o los libros nos leen a nosotros, si nosotros entramos en las historias las historias entran en nosotros, etc., ya quedan para el adulto.
Cristina Pérez Navarro. En el silencio del bosque (2010). Barcelona: A buen paso, 2010; 48 pp.; ISBN: 978-84-938036-1-2.
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