Bajo la misma estrella, de John Green, es una novela notable, tanto literaria como humanamente. No es nada fácil hablar de chicos con cáncer, por lo que los defectos que se le pueden encontrar a una novela así no deben ocultar que, cuanto más complicado es un tema, más fácil es confundirse pero mucho más mérito tienen los aciertos.
Indiana. Amistad entre Hazel, una chica bajita de dieciséis años con cáncer de tiroides que ha pasado a los pulmones y que ha de ir a todas partes con una bombona de oxígeno, y Gus, un chico de diecisiete, jugador de baloncesto, que, como consecuencia de un osteosarcoma, tiene una sola pierna. Se conocen en un grupo de apoyo para chicos jóvenes que tienen cáncer. Consiguen viajar a Holanda para cumplir el sueño de Hazel: conocer a Peter van Houten, un escritor cuya única obra, también acerca del cáncer, es la que más ha ayudado siempre a Hazel.
El punto a favor de la novela es que Hazel es una narradora sarcástica y cautivadora. En el debe hay que poner que, con frecuencia, los acentos de Hazel sólo pueden ser adultos pues da en el blanco una y otra vez, sea con la brusquedad juvenil o sea con armas literarias sofisticadas (por ejemplo, puede recitar Prufrock de memoria…). También la construcción de su relato es demasiado equilibrada, pues pasa con toda fluidez de momentos de dulzura y amabilidad a otros de cardo borriquero mucho más graciosos, con lo que dice lo que muchos desean oír al mismo tiempo que compensa cualquier blandenguería.
Otra cualidad es el ataque demoledor a tantas afirmaciones de psicología barata de autoayuda tan propias de nuestro tiempo y tan vacías. Un ejemplo, de los menos sangrantes, es este: «una de las convenciones menos idiotas del género cáncer juvenil es la del Último Día Bueno, el día en que parece que la víctima de cáncer goza de unas inesperadas horas porque parece que el inexorable declive se ha estancado de repente y por un momento puede soportar el dolor. El problema, claro, es que no hay manera de saber si tu último día bueno es tu Último Día Bueno. En esos momentos no es más que otro día bueno». Esa misma búsqueda de realismo y de contrarrestar cualquier ternurismo, conduce a momentos burdos, de lenguaje y de comportamiento, y momentos de iniciación sexual, que parecen no encajar del todo en la clase de narradora, también tan literaria, que es Hazel: para mí que se los callaría.
Otra más es que los padres de los protagonistas son personas entrañables lo cual, para quienes estamos acostumbrados a los padres rígidos y las madres autoritarias tan frecuentes en mucha LIJ, no deja de ser un descanso y un motivo de aplauso. También, las conversaciones sobre el más allá de la muerte son inteligentes y respetuosas aunque no tengan el alcance de Blanca como la nieve, roja como la sangre, otra novela de chicos con cáncer (pero italianos, no norteamericanos). Hazel señala que Gus cree en Algo, «con A mayúscula», y continúa diciendo que cree en que vamos a parar a algún sitio. Hazel, sin embargo, aunque piensa que «creer en el cielo era una especie de despreocupación intelectual», se plantea que Gus no es un idiota (lo que por parte de Hazel tampoco es nada idiota). Están bien los comentarios, del padre de Hazel y de Gus, acerca de que «a veces el universo quiere que lo observen».
John Green. Bajo la misma estrella (The Fault in Our Stars, 2012). Barcelona: Nube de Tinta, 2012; 301 pp.; trad. de Noemí Sobregués; ISBN: 978-84-15594-01-7.