La isla de los frailecillos, de Michael Morpurgo, es un relato excelente cuyo atractivo se multiplica por las buenísimas ilustraciones de Benji Davies, algunas a doble página y varias de página completa.
El niño narrador, Allen Williams, habla de que, cuando tenía cinco años y naufragó su barco en las costas de Cornualles, Benjamin Postlethwaite, el silencioso y adusto farero de la isla de los Frailecillos, arriesgó su vida para salvarle a él, a su madre, y a otros treinta pasajeros de una goleta que viajaba de Nueva York a Liverpool. El farero, además, le regaló un cuadro, pintado sobre una madera, que había hecho de una goleta de cuatro mástiles como la que había naufragado. Desde los lugares en los que después vivió —con sus abuelos, en un internado, con su madre…—, escribió al farero varias veces sin recibir respuesta. Cuando ya era joven, decidió ir a visitarle: encontró la explicación a que no le hubiera respondido, aprendió a pintar…, pero fue llamado a filas para combatir en la segunda Guerra Mundial.
Relato en la tradición de historias que hablan de valientes y bondadosos fareros —como el de El faro de Hammerhead o del de ¡Hola, faro!— que también recurre a toques que cabría llamar dickensianos en las estancias de Allen con sus abuelos y en el colegio. El autor lo dedica a Allen Williams Lane, fundador de Penguin Books en 1935, y su sello de LIJ Puffin Books unos años más tarde.
Michael Morpurgo. La isla de los frailecillos (The Puffin Keeper (2021). Barcelona: Bambú, 2021; 102 pp.; col. Exit; ilust. de Benji Davies; trad. de Roser Vilagrassa; ISBN: 9788483437964. [Vista del libro en amazon.es]