Después de leer la biografía sobre Dickens de Claire Tomalin, pensé que sería una buena idea leer la que publicó sobre Jane Austen, pues tendría un gran trabajo de documentación detrás y estaría estupendamente contada. Y, en efecto, así es, pero mi impresión final fue poco satisfactoria y terminé la lectura pensando en que buscaré otras biografías de Austen para contrastarlas. Me parece que Tomalin se centra demasiado en varios personajes del entorno de la escritora —también porque no hay tantos datos de Austen como para ofrecer un retrato acabado—; y me parece que la interpretación que hace de algunas novelas, Mansfield Park sobre todo, Austen dudosamente las compartiría —es como si la biógrafa no supiera ver a las mujeres del pasado sin su particular filtro feminista de finales del siglo XX—.
De mis notas rescato dos párrafos.
Uno recapitulatorio, semejante a otro que pone al final de su biografía de Dickens, es el que escribe cuando habla de la dificultad de capturar el retrato de Austen e indica que ha intentado acercarse lo más que ha podido «a la niña para quien los libros eran un refugio que le brindaba un mundo que, a veces, tenía más sentido que aquel en el cual tenía que abrirse paso; a la niña cuya imaginación se disparó en direcciones asombrosas cuando empezó a ver las posibilidades de contar historias propias; a la joven vital a la que le gustaba bailar y bromear, y que soñaba con un marido incluso mientras aprendía a escribir novelas con toda la fuerza de su inteligencia; a la joven que, a los veinticinco años, decidió que no le gustaba la gente y que no podía escribir más, que tuvo la tentación de concertar un buen matrimonio, sin amor, y se resistió; a la tierna hermana y tía que siempre encontró tiempo para su familia, aunque a veces hubiera preferido que la dejaran pensar y escribir en paz; a la mujer que se hacía amiga de institutrices y criadas; a la autora de obras publicadas, en medio del resplandor de su objetivo logrado y del dominio de su arte; a la valiente moribunda que, resistiéndose a la muerte, escribió cuando ya la tenía cara a cara; a la persona que, en ocasiones, prefería guardar silencio antes que criticar los pareceres y los hábitos de aquellos que amaba, y que anotaba las opiniones de la gente sobre sus obras para leerlas y releerlas a solas».
Otro elogioso, este comentario de Walter Scott en su diario, escrito diez años después de la muerte de Jane Austen: «El talento de esa joven para describir las relaciones, los sentimientos y los personajes de la vida corriente es, para mí, lo más maravilloso que he conocido. Los brochazos de las grandes escenas clamorosas puedo darlos yo mismo, como cualquier otro, pero la pincelada exquisita que hace interesantes las cosas y los seres más comunes, gracias a la autenticidad de la descripción y del sentimiento, me ha sido negada».
Claire Tomalin. Jane Austen (Jane Austen. A Life, 1997). Barcelona: Circe, 1999; 363 pp.; col. Biografía Circe; trad. de Beatriz López-Buisán; ISBN: 84-7765-159-0. [Vista del libro en amazon.es]