Algunos libros son elogiados por encima de sus méritos: porque supuestamente van en una buena dirección, porque conectan con quienes hablan de libros, porque tienen acentos poéticos que gustan a muchos…
Es el caso de El oso que amaba los libros, un álbum que habla de un oso fascinado por los signos que ve en un papel; que un día ve a una mujer leyendo un libro y, con curiosidad, se acerca y ve que las hojas del libro tienen los mismos signos de su papel. Además, la mujer no se asusta ni nada y le lee en voz alta, y el oso también se ve atrapado por los sonidos de la lectura en voz alta. Al final, la mujer se marcha pero le deja libros al oso.
Tal como yo veo las cosas creo que la historia es excesiva. Aceptaría mejor un argumento así si el protagonista fuera el gato de la familia, pero un oso… En fin, quizá por eso tampoco me resulten convincentes las ilustraciones, compuestas con cambios cinematográficos de perspectiva, que buscan transmitir un clima ensoñador y son expresivas a la hora de reflejar los sentimientos de asombro y curiosidad del oso protagonista.
Jim Lamarche. El oso que amaba los libros (A Story for Bear, 2002). Texto de Dennis Haseley. Barcelona: Juventud, 2004; 40 pp.; trad. de Christiane Reyes; ISBN: 84–261–3395–9.