Hace tiempo leí aquí el discurso que Joseph Brodsky pronunció, en diciembre de 1988, en la ceremonia de graduación de la Universidad de Michigan, Ann Arbor. Lo he leído ahora, en castellano, en una colección de ensayos variados titulada Del dolor y la razón. Al principio de su discurso Brodsky se pregunta si podría transmitirles a sus oyentes «algo de la vida que pudiera serles útil o valioso», y, aunque afirma que existe «un muro invisible entre las generaciones, un telón irónico, por así decirlo, un velo transparente que casi impide el el paso de cualquier experiencia», y que, «como máximo, deja pasar la punta de algún consejo», se arriesga a proponerles algunas ideas y orientaciones. Elijo aquí unos párrafos, normalmente los que encabezan cada una de sus propuestas y, a veces, alguno más, y advierto que vale la pena leer el texto completo.
Estos consejos da Brodsky a sus jóvenes oyentes:
1. Ahora, y en el futuro, os compensará el esfuerzo de ser precisos con el lenguaje. Cuidad vuestro vocabulario como si se tratase de vuestra cuenta corriente. Dedicadle todo tipo de atenciones e intentad engrosarlo.
2. Ahora, y en el futuro, intentad ser amables con vuestros padres. (…) Si tenéis que rebelaros, rebelaos contra quienes no son tan vulnerables. Los padres constituyen una diana demasiado cercana (al igual que los hermanos, las hermanas, las esposas y los maridos): es imposible errar el tiro.
3. Intentad no conceder demasiada importancia a los políticos; no tanto por su estupidez o su deshonestidad, sin duda muy frecuentes, como por las dimensiones de su trabajo, excesivas incluso para los mejores de ellos, sean cuales sean el partido, la doctrina o el sistema político —o proyecto de tal— que consideremos. Como máximo pueden reducir algún mal social, no erradicarlo.
4. Procurad no sobresalir, procurad ser modestos. Somos muchos, y muy pronto vamos a ser muchos más. Por lo tanto, quien sube al escenario y se coloca bajo el foco lo hace a costa de los que no pueden. Que no nos quepa más remedio que pisarnos unos a otros no justifica que os subáis a los hombros de los otros. (…) Os aconsejaría también bajar el tono de vuestras voces, pero me temo que pensaríais que estoy yendo demasiado lejos. No olvidéis, sin embargo, que siempre hay alguien cerca de vosotros (…).
5. Intentad por todos los medios no caer en el victimismo. La parte del cuerpo más peligrosa es el dedo índice, siempre ansioso de señalar culpables. Un dedo que señala es el símbolo de la víctima, opuesto al signo de victoria y equivalente al de derrota. Por abominable que sea vuestra situación, procurad no echar las culpas a nada ni a nadie: la historia, el poder, los superiores, la raza, los padres, la fase lunar, la infancia, la etapa anal, etcétera. Las posibilidades son infinitas y tediosas, y su infinitud y su tedio justifican de sobra que nuestra inteligencia las rechace.
6. El mundo en el que estáis a punto de integraros no goza de buena reputación. (…) No es un lugar agradable, como muy pronto descubriréis, y albergo serias dudas de que cuando lo abandonéis haya mejorado un poco. Pero es el único mundo disponible: no existe alternativa, y aunque existiera, no tenemos garantías de que fuera mucho mejor. (…) Procurad no dar demasiada importancia a los que intenten hacer desdichada vuestra vida. (…) Sobre todo, intentad no contar historias sobre lo mucho que os maltrataron. (…) Cambiad de canal: no podéis dejar fuera de circulación a una cadena, pero sí contribuir al descenso de sus índices de audiencia. Esta solución probablemente no satisfará a los ángeles, pero la intención es dañar a los demonios, y por el momento eso es lo que importa.
Joseph Brodsky. Del dolor y la razón (From Pain and the Reason). Madrid: Siruela, 2015; 388 pp.; col. El Ojo del Tiempo; trad. de Antoni Martí García; ISBN: 978-8416280520. [Vista del libro en amazon.es]