Llamar a las cosas por su nombre

Educación (desde arriba)Educación (desde arriba)
 

Pongo algunas reflexiones que hace José Jiménez Lozano en Impresiones provinciales a propósito de los cambios culturales que vivimos.

Dice que hace tiempo que ya no se oye el toque de campana en el lugar donde vive, una más de esas «realidades de infancia ya siempre idas», que desde ciertos ambientes se desprecian, «como si se las tuviera miedo verdaderamente». «Porque ¡quién sabe lo que puede resonar un tañido a muerto en un corazón humano! Y no se quieren experiencias de éstas que además nos hacen preguntas».

Comentando un libro habla de «señales de Fin de los Tiempos o asedio de los bárbaros a la ya muy disminuida urbs» y cita, entre otros ejemplos, el de que «un pedagogo asegura que señalar en rojo las faltas de un examen es vejatorio para el alumno», y el de que, «en una universidad un profesor explica que los profesores no entienden el mundo en el que viven por culpa de su subconsciente franquista».

A propósito de «la afirmación de Mandelstam de que quienes en la niñez y la adolescencia habían ido a Belén tendrían ya siempre el don de la misericordia», indica que «toda instrucción y educación, sin el saber y, desde luego, sin el don de la misericordia, permiten que se ingrese en la barbarie muy tranquilamente, o hasta muy orgullosamente».

Vuelve dos veces a una misma frase de Flaubert. Una es esta: «Llevo tiempo dando vueltas a esta simple afirmación de Gustave Flaubert: “Escribir es corromper”. Pero ¿es que no ha sido “subvertir” y liquidar la vieja cultura el valor supremo de la escritura o las bellas artes en este tiempo nuestro? Flaubert llama a las cosas por su nombre, sencillamente».

José Jiménez Lozano. Impresiones provinciales. Cuadernos 2010-2014 (2015). Almería: Confluencias, 2015; 168 pp.; ISBN: 978-84-944413-4-9. [
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9 abril, 2016
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