Muertes y entradas: 1934-1953: antología poética (Dylan Thomas)

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Cuando en su momento leí los relatos autobiográficos de Dylan Thomas que dije días atrás, busqué una edición de su poesía para aprender un poco más sobre él. Allí leí que, según parece, pocas horas antes de caer en coma y fallecer, al volver a su hotel de Nueva York, comentó: «Me he tomado dieciocho whiskys seguidos. Todo un récord, creo yo». Si es cierta, esta anécdota última del poeta galés en su cuarto viaje a los EE.UU. para recitar públicamente sus poemas en distintas ciudades, una sucesión de triunfos y excesos clamorosos, es la que culmina su «malditismo».

En cualquier caso, aunque con limitaciones, sí aprecié un poco lo que señalan los editores: que la poesía de Dylan Thomas tiene un vigor y una musicalidad fuera de lo común, en buena parte irreproducible al trasladar sus textos al español, que proviene de las distintas influencias que recibió en su infancia y juventud: las canciones infantiles, las baladas escocesas, los himnos litúrgicos, las lecturas de la Biblia, las obras de autores como William Blake y Shakespeare… Y aunque sus poemas, construidos después de un trabajo de meses pues tardaba horas en pulir un verso, no son fáciles por su hermetismo, su puntuación caprichosa y sus sorprendentes saltos sintácticos, y porque tienen algo que podría calificarse de alucinamiento, sí logran a veces conectar con lo misterioso de la vida y avivar en los lectores los anhelos de una felicidad que Thomas quería rescatar de la infancia.

Dylan Thomas. Muertes y entradas: 1934-1953: antología poética. Madrid: Huerga y Fierro, 2003; 192 pp.; col. Signos; traducción y prólogo de Niall Binns y Vanesa Pérez- Sauquillo, edición bilingüe; ISBN: 84-8374-372-8.

 

16 febrero, 2007
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