Las confesiones de un italiano

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Las confesiones de un italiano

Las confesiones de un italiano, de Ippolito Nievo, es un novelón decimonónico que Claudio Magris en su breve prólogo dice que puede rivalizar con Los novios, comparación que a mí me cuesta trabajo aceptar aunque sin duda es mucho más prudente hacer caso a Magris. Yo la he leído con gusto pero también con esfuerzo (y en algunos momentos muy rápido) pues es en exceso prolija y no distingue bien lo importante de lo secundario: son muchos los personajes y las digresiones; y a veces me han cansado los acentos folletinescos y moralizantes.

El narrador, un noble veneciano llamado Carlo Altoviti, cuenta su vida desde 1780 hasta 1855, y en ella entreteje lo que le sucede a él —peripecias familiares, amores, ascenso social, etc.— con los acontecimientos históricos que vive —invasión napoleónica, revoluciones, etc.—. Uno de los hilos conductores de su argumento son los vaivenes de su amor por Pisana, un personaje impredecible y desesperante, de valor incalculable para quienes disfrutan con las novelas románticas.

La grandeza del libro, dice Magris, «radica en su totalidad, en la presencia simultánea de una fortísima pasión y de una ecuanimidad épica ante las figuras y los acontecimientos». Y, desde luego, el hecho de que su autor la compusiese con menos de treinta años dice mucho de su talento.

Dos de las digresiones interesantes del narrador (otras no lo son tanto), muy aprovechables si la despojamos de su tono lastimero y exhortativo, son estas:

—«No me parece bajo ningún aspecto conveniente ni beneficioso permitir a los niños esa libertad infantil que excita los sentidos antes incluso que los sentimientos, poniendo en peligro la euritmia moral para toda la vida. (…) Safo y Aspasia pertenecen a la historia y no a los mitos griegos; y son dos tipos de esas almas capaces de grandes pasiones pero no de grandes afectos, como hay tantos en nuestros días por la licencia sensual que impide a los chiquillos ser inocentes antes aún de que puedan sentirse culpables».

—«Las circunstancias de la infancia, aunque no gobiernan el tenor entero de la vida, informan al menos a menudo a su manera las opiniones que, formadas en otro tiempo, se convierten para siempre en los acicates de nuestras obras. Por eso velad por los niños, amigos míos; velad siempre por los niños, si queréis hacer unos hombres de ellos. Que sus pequeñas pasiones no adquieran una mala costumbre; que una imprudente condescendencia, o una dureza excesiva, o una criminal negligencia no les hagan confundir lo justo con lo placentero, y lo abominable con lo que desagrada. Ayudadlos, sostenedlos, guiadlos. Preparadles a conciencia las ocasiones de encontrar hermosa, santa y agradable la virtud, y el vicio desagradable y feo. Una pequeña experiencia positiva a los nueve años es preferible a un curso de moral a los veinte».

Ippolito Nievo. Las confesiones de un italiano (Le confessioni di un italiano, 1867). Barcelona: Acantilado, 2008; 1104 pp.; trad. de José Ramón Monreal; ISBN: 978-84-96834-80-4.

 

16 octubre, 2009
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