El amigo Fritz

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El amigo Fritz

Acabo de ver una nueva edición de El amigo Fritz, una de las novelas más populares de los alsacianos Emile Erckmann y Alexandre Chatrian, que había leído en una edición antigua y que no incluí, en su momento, en Bienvenidos a la fiesta (libro), porque me pareció dulzona en exceso. La he vuelto a leer y, aunque confirmo aquella opinión, también ahora veo mejor sus cualidades, aparte de que cuando abundan tantas novelas patéticas no viene mal una con enormes dosis de bondad y cordialidad.

Los autores sitúan su relato en Huneburg, un pueblo alsaciano dependiente de Baviera entonces, y cuentan la historia de Fritz Kobus, un rico solterón aficionado al buen beber y al buen comer. Comienza cuando tiene unos 36 años y el mejor amigo de su padre, el viejo rabino David Sichel, le dice que se casará pronto, cosa que Kobus niega. Pero es primavera y aparece en escena Suzel, la hija de unos colonos suyos, y todo cambia. (Conviene advertir a los lectores desprevenidos y pedirles comprensión pues Suzel tiene todas las cualidades decimonónicas posibles —granjera, cocinera, bailarina, etc.—, y ninguno de los rasgos que adornarán las heroínas políticamente correctas del futuro —no es nada independiente, no es lectora, no se le ocurre rebelarse por nada, etc.—).

El relato es romántico y todos los que aparecen en él son personas magníficas. Es un buen personaje la vieja cocinera Katel, que cuando su patrón le pide que se esmere, le responde con un sencillo «haré lo que pueda. No se me puede pedir más», o que a las dudas también de su patrón sobre los consejos que le da sobre cómo vestirse, le replica que «las modas cambiarán lo que se quiera, pero el sentido común no cambia nunca». Son de interés las quejas del recaudador del rey, amigo del héroe, que cuando debe cobrar los impuestos a la gente más humilde, se lamenta de su trabajo: «¿Cuándo habrá menos uniformes para que tengan un poco más los pobres?».

Luego, hay comidas y bebidas abundantes. Así comienza el capítulo IV: «Nada hay tan agradable en este mundo como sentarse ante una mesa bien provista, en compañía de tres o cuatro amigos de antiguo, en el comedor que fue de nuestros mayores; atarse al cuello una servilleta, meter la cuchara en una exquisita sopa de cangrejo que despide un olorcillo fragante, y pasar los platos, diciendo: “Probadlo, amigos, y decidme qué os parece”». Y por delante del lector desfilan una pierna de carnero, pescados aderezados con jalea y adornados con perejil, etc. Y «cuando de detrás de la silla sacáis del cubo otra botella y os la ponéis entre las rodillas para descorcharla sin que se oiga el taponazo, cómo sonríen al pensar: “¿Qué vendrá ahora?”».

Emile Erckmann y Alexandre Chatrian. El amigo Fritz (L’ami Fritz, 1864). Barcelona: Brugura, 1982; pp.; col. Club Joven; trad. de José María Claramunda; ilust. de Felipe Giménez de la Rosa; ISBN: 84-02-08536-9. Nueva edición en Madrid: Troa, 2015; 312 pp.; trad. y notas de Mauro Armiño; ISBN: 978-84-942387-0-3.

29 octubre, 2015
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