La visita de la vieja dama

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La visita de la vieja dama

He visto recientemente Dos días, una noche, una película de los hermanos Dardenne sobre una madre de familia que va a ser despedida de su trabajo pues sus compañeros, en su ausencia, en una votación para elegir entre su despido y una paga extraordinaria de mil euros para todos, han votado a favor de su despido. La protagonista, animada y sostenida por su marido y una amiga, va visitando a todos sus colegas durante un fin de semana –dos días y una noche–, para tratar de convencerlos de que la apoyen en una nueva convocatoria de la votación que será el lunes por la mañana.

La idea de fondo me recordó La visita de la vieja dama, una obra de teatro del autor suizo Friedrich Dürrenmatt. En ella, la multimillonaria Claire Zachanassian vuelve al empobrecido pueblo de su infancia, Güllen, que había tenido que abandonar muchos años atrás. Ofrece mil millones a sus antiguos conciudadanos con una condición: la muerte de Alfred Ill, su antiguo novio, que no sólo la había dejado embarazada muchos años atrás, sino que había forzado a dos testigos a declarar que Claire había tenido su hijo con otro. Su petición es inicialmente rechazada con indignación por los ciudadanos de Güllen pero, poco a poco, va actuando como un veneno que cambia las opiniones de todos.

La obra se desarrolla en tres actos. Su buscado tono tragicómico hace que cualquier espectador sea consciente de presenciar una representación. En uno de los apéndices, el autor señala que los personajes son hombres como todos nosotros, sin una especial mala fe, que se comportan con la irreflexión de quien cree que todo acabará arreglándose. Apunta que se trata de «una obra perversa, aunque por eso mismo no debe interpretarse con perversidad, sino dándole el tono más humano posible, con tristeza, no con ira, pero también con humor, pues nada perjudica tanto a esta comedia, que finaliza trágicamente, como una seriedad empecinada».

Güllen se nos presenta por medio de aquellos que deberían velar por la justicia: el alcalde, el maestro, el policía, el pastor, el médico. Todos ellos, de un modo u otro, acaban dando por buena la mentalidad de que a través de la venganza se alcanza la justicia y de que se puede comprar cualquier cosa con dinero. Sólo el maestro formula débiles observaciones que, al fin, nada pueden contra la exigente contundencia de Claire: «el humanitarismo, caballeros, ha sido hecho para la bolsa de los millonarios. (…) El mundo me convirtió en una puta, yo lo convierto ahora en un burdel». O, tal como lo formula poco antes: «ahora yo tengo dinero (…), me he convertido en el infierno».

Al final, aunque la obra toca más puntos de interés, el tema de fondo más duradero es el que explica Robert Spaemann: que la suerte está echada en el momento en que los habitantes de Güllen «empiezan a preguntarse cuánto les cuesta a todos ellos en general y a cada uno en particular la vida de ese hombre. La verdad es, por supuesto, que no les cuesta absolutamente nada, ya que el hombre no exige nada de ellos». Pero la corrupción comienza justo en el momento en el que aceptan «la forma económica de pensar»: hay realidades de las que no podemos disponer a nuestro antojo y que deben quedar excluidas de cualquier balance de ingresos y gastos, hay cálculos que nos hacen malvados en cuanto nos detenemos a pensarlos.

Es decir, un concepto como el de la libertad y dignidad humana, sigue diciendo Spaemann, «no se puede definir funcionalmente, por su utilidad para conseguir fines, sino que representa en sí mismo el fin. Todo pueblo, toda civilización vive en su núcleo de un elemento místico o sacral de ese tipo. (…) Allí donde en el centro de una cultura no existe lo místico, lo sacro, todo resulta posible; todo valor tiene su precio. Pero el precio de lo sacro, de lo incondicionado, es siempre demasiado alto. ¿Cuánto nos cuesta no tener esclavos? ¿Cuánto nos cuesta no hacer experimentos con seres humanos? ¿Cuándo nos cuesta destinar suelo a cementerios? ¿Cuánto nos cuesta dejar con vida a los ancianos y a los discapacitados mentales?».

Friedrich Dürrenmatt. La visita de la vieja dama (Der Besuch der alten Dame, 1956, nueva versión de 1980). Barcelona: Tusquets, 1999; 150 pp.; col. Fábula; trad. de Juan José del Solar; ISBN: 84-8310-649-3. [Vista del libro en amazon.es]

Robert Spaemann. «El atentado contra el domingo», en Limites, acerca de la dimensión ética del actuar (Grenzen, Zur ethischen Dimension des Handelns, 2001). Madrid: Eiunsa, 2003; 512 pp.; col. Ética y sociedad; trad. de Javier Fernández Retenaga y José Carlos Mardomingo Sierra; ISBN 10: 84-8469-074-1. [Vista del libro en amazon.es]

 

23 octubre, 2015
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