Uno de los contenidos básicos de Las compañías que elegimos, de Wayne Booth, es el de mostrar cómo «una crítica responsable debe afrontar sin ambigüedades la locura, el vicio y la evidente falsedad que encontramos en demasiados de nuestros presuntos amigos narrativos».
Con agudeza, Booth hace notar la contradicción de que «un asombroso número de críticos ha descartado la crítica doctrinal como algo que jamás es pertinente, volviendo a deslizarla siempre que surge una doctrina que les ofende por defender abiertamente alguna ideología convencional». Pero, continúa, «si la crítica ideológica es siempre falaz, uno está tan desorientado cuando condena una obra por ser autoindulgente, puritana o reaccionaria, como cuando la rechaza por socavar la fe en Dios, la Iglesia o la Patria».
Señala cómo las grandes obras literarias no sólo han tratado sobre la cuestión sino que, además, ellas mismas son los grandes antídotos de las novelas dañinas: «¿Habría sido don Quijote rescatado de la locura a la que le condujeron sus lecturas de libros de caballerías si hubiera leído Don Quijote? ¿Habría tenido un mejor destino Emma Bovary si hubiera leído Emma Bovary en vez de tantas historietas románticas?».
E indica, en su cuidadoso y matizado análisis, que «el hecho de que ninguna narración será buena o mala para todos los lectores en todas las circunstancias no tiene por qué estorbarnos en nuestro esfuerzo por descubrir lo que es bueno o malo para nosotros en nuestra condición aquí y ahora».
Wayne Booth. Las compañías que elegimos. Una ética de la ficción (The Company We Keep, 1988). México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2005; 556 pp.; col. Lengua y Estudios Literarios; trad. de Ariel Dilon; ISBN: 968-16-7478-2. [Vista del libro en amazon.es]