
La fuerza y la debilidad de algunos álbumes ilustrados es que sólo presentan instantáneas en las que un lector, niño o no tan niño, puede reconocerse. Sus autores persiguen un objetivo limitado: avivar la capacidad de reírse de uno mismo, ayudar a superar complejos y temores. Y, de paso, mostrar el talento del dibujante. Es el caso de ¡Qué horror!, breves textos de Florence Parry Heide a los que pone dibujos el veterano Jules Feiffer. En ambos casos, sin embargo, más interés tienen los otros libros que menciono en sus reseñas.
23 mayo, 2005