Escritora norteamericana. 1919-2011. Nació en Pittsburg. Se graduó en la Universidad de Los Ángeles. Empezó a escribir libros cuando sus cinco hijos ya habían crecido. Desde los años setenta publicó más de ochenta libros infantiles y juveniles de distinto género. Falleció en Kenosha, Wisconsin.
Tristán encogeMadrid: Alfaguara, 1982, 2ª ed.; 66 pp.; col. Álbumes de bolsillo; ilust. de
Edward Gorey; trad. de Agustín Gervás; ISBN: 84-204-3109-5. Nueva edición en Barcelona: Blackie Books, 2017; 80 pp.; ilust. de
Edward Gorey; trad. de Manuel Broncano; prólogo de David Trueba; ISBN: 978-84-17059-22-4. [
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Tristán nota que se hace más pequeño. Lo dice a sus padres pero no le hacen mucho caso. Tampoco sus profesores parecen darse cuenta. Encuentra luego un «gran juego para los niños que crecen» y, cuando lo usa, las cosas cambian. Cuando lo dice a su madre, recibe otra respuesta de compromiso: «Qué bien, cariño […], no te olvides de decírselo a tu padre cuando llegue esta tarde, le gustará mucho». Cuando después ve que se pone verde decide callarse: «Si no digo nada, no lo notarán».
El tesoro de TristánMadrid: Alfaguara, 1988; 62 pp.; col. Alfaguara infantil; ilust. de
Edward Gorey; trad. de Juan Antonio Santos; ISBN: 84-204-4517-7.
El padre les insiste, a Tristán y a su madre, que «el dinero no crece en los árboles». Pero Tristán ve luego que un árbol del jardín sí da billetes en vez de hojas. Cuando intenta explicárselo, a sus padres, a su tía Bertha, al pintor, a un amigo, nadie le hace caso. Mientras la suerte dura, Tristán aprovecha el dinero para comprarse más historietas de miedo.
Relatos bien contados que reflejan la condescendencia y rutina con que muchas veces los adultos tratan a los niños, y que muestran cómo llega un momento en que los chicos cogen las riendas de su propia vida. Aunque no sean exactamente álbumes ilustrados, sí tienen bastantes de sus características: las ilustraciones de la página derecha ilustran los textos que van en la página izquierda, y cumplen muy bien la función de complementarlos y de reforzar los significados subyacentes, por ejemplo añadiendo globos con las imaginaciones de Tristán.
Al igual que otras historias semejantes escritas en formato de libro infantil, como Ahora no, Fernando de David MCKEE, sus destinatarios principales son los adultos: al menos porque son ellos quienes deberían aprender la lección, y porque a los niños con ese problema su lectura no les resuelve nada salvo, quizá, el triste consuelo de constatar que no son los únicos en sufrir esa desgracia. El presentar a Tristán como un chico impasible que casi nunca contesta y siempre obedece y cuyos pensamientos no se nos dicen en ningún momento, unido a unas ilustraciones de aire victoriano que refuerzan la frialdad distante que adopta el narrador, acaba resultando un recurso más demoledor que cualquier comentario.
Son excelentes algunas escenas que dejan al descubierto la vaciedad con que pueden usarse las fórmulas de cortesía o la inconsistencia de ciertos valores que se pretenden transmitir a los chicos. «Que sepas que me tienes aquí siempre que me necesites», le dice a Tristán el director del colegio, que se despide con un «me alegro de haberte servido de ayuda» y, en realidad, ni le ha escuchado. O, en el segundo libro, cuando después de recibir su propina y de que su padre le diga «quiero que lo ahorres», Tristán replica: «si lo ahorro no podré gastarlo»; o, más adelante, cuando su padre le hace notar que «no hay nada más satisfactorio que ver crecer el dinero, Tristán», y este responde «lo sé…», mientras piensa en otra cosa.
Otros libros: ¡Qué horror!, álbum ilustrado por Jules FEIFFER; Cuentos para niños perfectos, libro ilustrado por Sergio RUZZIER.
8 febrero, 2006