Barcelona: Juventud, 1991, 9ª ed.; 223 pp.; col. Z; trad. de Armando Revoredo; ISBN: 84-261-0758-3.
Los primeros europeos descubrieron las islas de los mares del Sur en 1772. Desde aquel tiempo, y además de los misteriosos monolitos de la isla de Pascua, se fueron acumulando indicios que hacían sospechar que sus pobladores podían proceder de una migración desde las costas de América del Sur. Como, indica Heyerdahl, «donde se detuvo la ciencia empezó la imaginación», era necesario contrastar la posibilidad de esa teoría. Con ese fin, Heyerdahl organizó una expedición para reproducir el posible itinerario de los navegantes en balsas del pasado que, zarpando desde la costa central del Perú, e impulsados por los vientos alisios y por las corrientes oceánicas, habrían alcanzado las islas polinesias. Él y sus cinco compañeros, cuatro compatriotas noruegos y un sueco, construyeron una balsa con los mismos materiales y de las mismas características que habrían tenido entonces, y emprendieron el viaje con iguales instrumentos de navegación a los de aquella época.