Escritor argelino. 1913-1962. Nació en Tizi Hilbel. Vivió unos años en Francia. Fue asesinado por la OAS, el mismo año que Argelia obtuvo la independencia, en El-Biar.
El hijo del pobreMadrid: Ediciones del oriente y del mediterráneo, 2001; 187 pp.; presentación de Malika Embarek López y Gonzalo Fernández Parrilla; trad. de Malika Embarek López; ISBN: 84-87198-68-6.
Cabilia, Argelia, en los años de la colonización francesa. La primera parte es una narración en primera persona del ambiente y orígenes familiares, y de los años de infancia de Menrad Furulu. La segunda, en tercera persona, empieza cuando tiene Furulu tiene once años: con el nacimiento de un nuevo hermano son siete, su padre tiene que marcharse a trabajar a Francia para sostener a su familia, dos años más tarde regresa cobrando una pensión de invalidez, Furulu obtiene una beca para irse a estudiar a Argel. La historia termina cuando, con 16 años, está en puertas de hacer el examen de ingreso en la escuela de magisterio.
Considerada la primera novela de la literatura argelina contemporánea, escrita en francés, El hijo del pobre es un relato con acentos autobiográficos redactado en la década de los cuarenta. No tiene más argumento que la vida familiar y escolar de Furulu, y todo su mundo interior de sentimientos y descubrimientos, descritos siempre con limpieza formal, con ecuanimidad, y a veces con un leve sentido del humor. El lector aprende costumbres que desconocía, comprueba que los resortes para mover el corazón de un niño son siempre los mismos, y aprecia la sabiduría de un narrador que, sutilmente, muestra la inconsistencia o la injusticia de algunos valores sociales. Así, al narrar sus egoísmos de niño frente a su hermana, explica cómo su familia consideraba que la docilidad de la niña era un deber y su comportamiento abusivo un derecho: «Cada vez que se atrevía a quejarse, recibía la misma respuesta: “¿Acaso no es tu hermano? ¡Con la suerte que tienes de tener un hermano, que Dios te lo guarde! Anda, no llores más y vete a darle un beso”».
Agradecido por haberme enseñado a soñar
Una de las líneas más interesantes de la historia de Furulu es la relación con sus tías Nana y Jalti. Esta última, una mujer afectuosa y algo desequilibrada, es la que nutre de historias la niñez del protagonista.
«La historia mana de la boca de Jalti y yo la bebo con avidez. Así fue como conocí la moral y el sueño. Vi al justo y al malo, al poderoso y al débil, al astuto y al simple. Mi tía podía hacerme reír o llorar. […] Al oírle contar una historia, se notaba que se creía lo que decía. […] Cuando el desenlace era muy triste, nos íbamos a dormir con la misma impresión de angustia, y yo me arrimaba a ella, asustado. Ella tenía la cabeza llena de supersticiones. Muy pronto supe tanto como mi tía sobre los espectros, la mula o el pellejo de los muertos, el grito de los asesinados en el aniversario de su muerte y las procesiones de fantasmas que anuncian las epidemias. […] Mi imaginación aceptaba todo con placer. […] ¡Pagué con creces la alegría de oír los cuentos de Jalti, puesto que incluso ahora no he podido desprenderme de ciertos miedos! Por mucho que razono, nunca venceré esa especie de repulsión que siento ante un muerto. Nunca cruzaré de noche, sin alterarme, el gran cementerio de Tizi. El ulular de las aves nocturnas siempre me parecerá lúgubre y lleno de melancolía, por no decir de malos presagios.
Estoy agradecido a Jalti, sin embargo, por haberme enseñado muy pronto a soñar, por haber creado para mí un mundo a mi medida, un país de quimeras en el que sólo yo puedo penetrar».
7 febrero, 2006