Escritor inglés. 1963-. Nació en Northampton. Licenciado en Literatura inglesa. Trabajó un tiempo con personas que padecían deficiencias físicas y mentales. Guionista para televisión, ilustrador, pintor, poeta, profesor de escritura creativa.
El curioso incidente del perro a medianocheBarcelona: Salamandra, 2004; 272 pp.; trad. de Patricia Antón; ISBN: 84-7888-910-8. Nueva edición en 2011; ISBN: 978-8498383737. [
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Christopher Boone, un chico de quince años que vive con su padre porque su madre ha fallecido, tiene unas excepcionales dotes para las matemáticas y una increíble retentiva, pero grandes problemas de comunicación y una buena colección de peculiaridades: no soporta el marrón o el amarillo, no quiere que le toquen o le sorprendan… Por consejo de una profesora, escribe un relato de lo que le ocurre a partir de que, un día, encuentra empalado al perro de una vecina y se propone averiguar quién lo mató imitando a su admirado Sherlock Holmes. Pero en el camino descubrirá cosas que desconocía.
Excepcional novela que mete al lector en la singular mente de un narrador que padece una forma de autismo llamada síndrome de Asperger. Este dato, que no se menciona, justifica que sea una persona completamente centrada en sí misma, incapaz de hacerse cargo de los pensamientos y sentimientos de quienes le rodean y, sin embargo, con facilidad para empatizar con los animales: le hace sufrir la muerte del perro, su mascota es una rata por la que se sacrifica. Aprecia el orden y que las cosas no se salgan de lo previsto: le gustan los horarios «porque son la garantía de que no te vas a perder en el tiempo». No soporta el ruido ni que le lleguen muchas informaciones a la vez, y en momentos de gran tensión gime y procura relajarse proponiéndose difíciles problemas de matemáticas: «Calculé potencias de 2 en mi cabeza porque me tranquilizaba. Llegué hasta 33.554.432 que es 2 a la 35, lo cual no era mucho porque en otra ocasión he llegado a 2 a la 45, pero mi cerebro no funcionaba muy bien».
La narración se caracteriza porque, como Christopher percibe todo literalmente, habla de lo que ve, o le sucede, o le han contado, o ha reflexionado, pero nunca hace incursiones en el mundo de los otros. Añade gráficos y dibujos para explicar algunas cosas, pone notas a pie de página para realizar aclaraciones, es muy claro cuando explica problemas de matemáticas pero es desarticulado cuando cuenta cosas suyas… En algunas ocasiones al autor se le va la mano y no mantiene totalmente la coherencia pues añade consideraciones que parecen fuera del alcance de Christopher, como la vez en que, después de explicar los números primos, añade: «Los números primos son lo que queda después de eliminar todas las pautas. Yo creo que los números primos son como la vida. Son muy lógicos pero no hay manera de averiguar cómo funcionan, ni siquiera aunque pasaras todo el tiempo pensando en ellos».
En cualquier caso, el resultado final es una novela diferente a otras, incluso a las que han usado antes como narrador a un chico con algún desequilibrio, quizá porque comunica con el lector más allá de lo literario. Por un lado transmite con fuerza y simpatía tanto el desvalimiento del personaje como la patética falta de recursos de quienes intentan ayudarle. Por otro, los momentos humorísticos son muchos pero nunca funcionan como una burla de las limitaciones de nadie dada la incapacidad del narrador para el sarcasmo. A la vez, esto contrasta con la ironía dramática que recorre todo el texto: por un lado el lector va por delante de Christopher dándose cuenta de cosas que él no puede ver y, aparentemente, se sitúa por encima de él; por otro, el lector sólo puede identificarse con los adultos que le rodean y se acaba planteando a sí mismo si él sería más capaz de comprender la mente de Christopher y de ayudarle…
Cosas obvias de las que nadie se da cuenta
Aunque a simple vista la primera cuestión que, indirectamente, se plantea en esta novela es la enorme dificultad de ayudar a un chico con esta enfermedad, pues queda patente la falta de recursos de los padres para enfrentarse a una situación tan especial, quizá la principal línea de fuerza del relato es la relación entre verdad y certeza.
A Christopher le gusta mucho El perro de los Baskerville y su protagonista Sherlock Holmes: «si yo fuese un detective como es debido, es la clase de detective que sería. Es muy inteligente y resuelve el misterio y dice: El mundo está lleno de cosas obvias de las que nadie se da cuenta nunca ni de casualidad. Pero él sí se da cuenta, como yo». Sin embargo, es patente que hay cosas obvias y centrales que Christopher no percibe —entre otras, su misma falta de algunos recursos, o que su padre le quiere—, de modo que, al ignorarlas, acaba cometiendo graves errores de juicio.
En otro momento afirma: «Yo no digo mentiras. Madre solía decir que era así porque yo soy buena persona. Pero no es que sea buena persona. Es porque no sé decir mentiras». Por eso, continúa, «todo lo que he escrito en este libro es verdad». Sin embargo, esa certeza que tiene se demuestra falsa pues, indudablemente, sus limitaciones le impiden pintar un cuadro completo y, por tanto, está engañado.
Por tanto, la cuestión es que si las certezas que se tienen no son verdaderas, uno cree saber a dónde va pero llega a dónde no espera. La novela muestra cómo esto le sucede no sólo a Christopher sino también a su padre pues, para él, las indiscutibles certezas de que quiere a su hijo y de que se sacrifica mucho por él tienen un final inesperado. Y, en realidad, en educación y en la vida, el mismo problema lo tiene cualquiera que sabe cosas acerca de «cómo» ir pero no tiene idea de «a dónde» va: en último término algo imposible sin una visión trascendente de la vida… que no sea falsa. Una cosa obvia de las pocas que Sherlock Holmes no captaba.
Otros libros: ¡Bum!
8 febrero, 2006