HISTORIA ● El increíble sueño de Jella Lepman

 
HISTORIA ● El increíble sueño de Jella Lepman

El increíble sueño de Jella Lepman

Al ver cómo Harry Potter ocupa tantísimo espacio en los medios de comunicación y que, con ese motivo, muchos parecen haber descubierto la Literatura infantil y juvenil (LIJ), quizá venga bien ofrecer otras perspectivas. En concreto, las que ofrecen la vida y el trabajo de Jella Lepman (Stuggart, 1891-Zurich, 1970), una mujer desconocida para muchos y sin la cual la LIJ sería hoy algo completamente distinto de lo que conocemos.

En buena parte a ella se le debe que hoy veamos los libros infantiles como un posible cimiento para que los niños crezcan en la comprensión de otras personas y otros pueblos. También fue la pionera de muchos primeros pasos e iniciativas de promoción de la lectura y de mejora de los libros infantiles. Y el trabajo de no pocas personas en todo el mundo se nutre de las instituciones que fundó e impulsó hasta su muerte.

Un empuje abrumador

De familia judía, periodista, viuda y con dos hijos desde los treinta y un años, Jella Lepman huyó a Londres en los años 30. Su narración autobiográfica, A Bridge of Children’s Books, publicada en 1964 y cuya edición inglesa de 1969 se ha vuelto a publicar hace unos años, comienza cuando, en 1945, acepta la propuesta del mando norteamericano de volver a Alemania para encargarse de las cuestiones educativas y culturales que afectaban a las mujeres y a los niños.

Una vez allí, entre otras cosas, organizó una exposición-biblioteca de libros infantiles que desde 1946 recorrió varias ciudades con gran éxito de público. La iniciativa de llevar a los niños alemanes libros de todos los lugares del mundo de modo que, al entrar en contacto con chicos de otros países, estuvieran en el futuro mejor preparados para la paz, evolucionó hacia un objetivo global: en 1949 fundó una institución, la Internationale Jugend Bibliothek (IJB), que promovería la convivencia y comprensión internacional entre hombres y entre pueblos a través de la difusión de los mejores libros infantiles. Incidentalmente se puede añadir que también en ella se desarrollaron muchas actividades que hoy conocemos con el título genérico de «animación a la lectura», que continúan teniendo lugar en la IJB actual y algunas de las cuales son práctica común en muchas bibliotecas del mundo: clases de idiomas con ayuda de libros infantiles, estudio de pintura, teatro infantil, teatro de marionetas y de sombras, talleres de creación literaria y de fabricación de libros, encuentros con autores e ilustradores, etc.

Aunque la narración de Lepman se centra en el itinerario que la lleva de sus actividades iniciales hasta la fundación de la IJB y, en 1953, del International Board Books for Young People (IBBY), no está de más señalar que su relato tiene un valioso carácter de gran reportaje acerca de aspectos menos conocidos de la posguerra en Alemania. Es ameno pues se cuentan muchas anécdotas sabrosas y, dentro de la dureza de las situaciones, Lepman es bienhumorada y positiva, aguda para las descripciones psicológicas e irónicamente inteligente, sin dejar de ser amable, cuando narra sus relaciones con las personas que debían autorizar los pasos que pretendía dar.

Su empuje resulta casi abrumador y los resultados de su esfuerzo al pasar los años son cuantitativa y cualitativamente tan importantes que, si no los tuviéramos delante, nos sentiríamos tentados de desechar su historia tal como hacemos con esos relatos cuyo final es tan satisfactorio que nos parece imposible. Sorprende también leer cómo Lepman manifiesta que tenía la seguridad de que sus planes saldrían adelante porque sentía que «detrás de mí venían urgiéndome invisibles grupos de niños», y cómo piensa que muchas cosas se resuelven gracias a la protección de los ángeles, una convicción que no debe ser muy común entre judíos liberales como era Lepman.

Cuando Ortega y Gasset obedeció a los ángeles

Se puede mencionar respecto a eso una pequeña anécdota, que ilustra otro punto en el que Lepman fue pionera: el de intentar aunar esfuerzos para mejorar la calidad de los libros infantiles. Como paso previo para la fundación del IBBY, convocó un congreso de tres días al que acudieron 250 participantes de once países, uno de los primeros eventos culturales internacionales organizados en la Alemania de la posguerra, el año 1951. Su intención era poner las bases para mejorar la coordinación entre personas que, por distintas razones, tenían interés en la materia: escritores, ilustradores, editores, libreros, bibliotecarios, educadores, profesores de arte, psiquiatras, periodistas especializados, etc.

Para comenzar ese congreso, pensó que nada sería mejor que fichar para la conferencia inaugural a un profesor prestigioso: Ortega y Gasset, entonces en la Universidad de Munich. Le dirigió una carta proponiéndoselo pero los días pasaban y la respuesta no llegaba. Cuando un día fue a comer a un restaurante y tuvo que ocupar la última mesa disponible, poco después entró un hombre que, a la vista de la situación, le preguntó si podía sentarse a comer en su misma mesa. Pasados unos minutos, Lepman cayó en la cuenta de que tenía delante al mismo Ortega y Gasset.

Así lo cuenta ella:
«Mi ángel de la guarda había estado trabajando horas extra y le había llevado a mi mesa.
Eso es exactamente lo que le dije cuando empecé la conversación, mientras mi corazón se aceleraba.
Al principio me miró consternado y luego divertido.
—Oh, usted es la que me escribió —dijo—. Yo estaba a punto de mandarle una nota declinando la invitación. Lo lamento profundamente, por supuesto, pero no acepto nunca compromisos aparte de los que ya tengo en la universidad.
—Sí, pero incluso los mejores profesores de filosofía deben obedecer a los ángeles —le contesté—. ¿Cómo puede usted desafiar una manifestación tan obvia de la voluntad divina?
Y con esto le convencí”.
Al cabo de unas semanas Ortega dio, ‘en un impecable alemán con un impecable acento español’, una conferencia titulada ‘La paradoja pedagógica y la idea de una educación forjadora de mitos’».

Un castillo de libros

Desde su fundación, con unos fondos de 8.000 libros de 23 países diferentes, la IJB ha hecho un largo recorrido. Otras personas e instituciones han secundado el impulso inicial de Lepman y, con generosidad de miras, se han mantenido y ampliado muchísimo sus pioneros esfuerzos de promoción de la LIJ. A partir de 1996 la IJB es regida por la Stiftung Internationale Jugend Bibliothek, una Fundación sostenida por el Ministerio Federal para la mujer y la juventud, el Ministerio de Educación y Cultura de Baviera, el Ayuntamiento de Munich.

Desde 1983 ocupa el castillo-residencia de Blutenburg, un recinto construido en el siglo XV que hoy es un verdadero castillo de libros. En él hay ahora mismo más de 510.000 libros infantiles y juveniles escritos en 130 lenguas distintas, todos ellos donaciones de instituciones, editores, autores, etc. Entre ellos hay 80.000 libros publicados entre 1574 y 1950, que proceden de distintas donaciones y, en particular, de la que hizo la UNESCO de una colección de 30.000 libros infantiles de 58 países que había sido elaborada en la desaparecida Sociedad de Naciones hasta el año 1928. Hay también más de 30.000 volúmenes de literatura secundaria, se reciben 280 revistas periódicas de todo el mundo y, cada año, llegan unos diez mil libros más a los fondos de la biblioteca. Por internet están accesibles los libros incorporados desde 1992 y los pertenecientes a secciones que se han podido informatizar: unos 150.000 libros.

Con el paso del tiempo, lo que comenzó siendo un archivo de libros se ha convertido también en un archivo de autores: la IJB ha recibido en los últimos años las colecciones de Erich Kästner, Michael Ende y James Krüss, autores a los que se han dedicado unos pequeños museos accesibles hoy a cualquier visitante. Y ha comenzado unas obras de ampliación para recibir las del escritor Otfried Preussler y de la ilustradora Binette Schroeder.

Una prueba de que lo mejor es posible

Con todo, aunque la IJB dedica un interés particular a la obra de los mejores autores alemanes, su rasgo característico es la internacionalidad. Esto, que Lepman quiso acentuar tanto en los comienzos se revela hoy en el carácter que tienen las exposiciones que se celebran en su misma sede o las itinerantes como «Hello, dear enemy!», que desde 1998 pasea por todo el mundo una selección de álbumes ilustrados sobre la paz y la tolerancia, y como «Children Between the Worlds», preparada en el 2003, acerca de cómo se muestran las relaciones interculturales en los libros infantiles y juveniles.

Sin embargo, la internacionalidad se manifiesta más en el hecho de que, desde hace más de treinta años, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno federal, la IJB concede anualmente becas de tres meses a quince investigadores no alemanes y de distintas áreas linguísticas para que desarrollen el proyecto que deseen, usando los fondos de la biblioteca y contando con el apoyo de los especialistas en cada área que trabajan en la misma biblioteca. El contacto con gente de muy diversos sitios permite un enriquecimiento de perspectivas a los becarios-investigadores y, a la vez, las noticias que pueden dar sobre sus países de origen es útil a la IJB. También gracias a ese flujo de información es posible la edición anual de una selección de 250 títulos de 50 países llamada «The White Ravens», una idea que nació en 1964, que sigue siendo la única con ese concepto en el mundo, y que, con las inevitables limitaciones que siempre tiene un trabajo así, se ha convertido en un punto de referencia.

Se puede afirmar que, gracias a la IJB, existe la oportunidad de que los niños de todo el mundo puedan llegar a conocer los mejores libros infantiles del mundo, sea cuál sea la lengua en que hayan sido escritos, y aún tenemos la posibilidad de rescatar del olvido libros que no lo merecen y de combatir un poco las que parecen tendencias imparables del mercado. Por eso, quien acuda hoy al castillo de Blutenburg, en el barrio muniqués de Obermenzing, hará bien en pensar que no tiene delante sólo unos parajes idílicos, sino también una parte del increíble sueño de Jella Lepman hecho realidad. Y puede ver allí una prueba de que un trabajo tenaz sostenido durante años, que no cede al desaliento ni hace caso a los vaticinios de los profetas de desgracias, hace que lo mejor sea posible.

NOTAS

Con algunas leves diferencias, este artículo fue publicado en NUESTRO TIEMPO, en enero-febrero de 2005, número 607-608.

Jella Lepman. A Bridge of Children’s Books: The Inspiring Autobiography of a Remarkable Woman (Die Kinderbuchbrücke, 1964). Dublin: The O’Brien Press, 2002; 168 pp.; traducción al inglés de Edith McCormick. ISBN: 0-86278-783-1. Edición en castellano, titulada Un puente de libros infantiles, en Vigo: Creotz, 2017; 248 pp.; col. Velda autoras; trad. de Augusto Gely; ISBN: 978-8494147388. [Vista del libro en amazon.es]

 


1 enero, 2005
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