Después del libro de ayer, sobre la bomba de Hiroshima, un libro extraordinario sobre la bomba de Nagasaki que, a pesar de sus deficiencias narrativas y editoriales, vale la pena conocer: Requiem por Nagasaki, de Paul Glynn.
Es la biografía de Takashi Nagai, un radiólogo de la Universidad de Nagasaki que falleció seis años después de que la bomba atómica cayera sobre su ciudad, matando a su mujer y arrasando su casa. Él, enfermo ya de leucemia debido a su exposición a la radiación durante los años anteriores, atendió a muchos enfermos y fue autor del primer libro que intentó describir científicamente las consecuencias de la radiación.
En la primera parte, se cuenta su vida y su evolución interior desde el shintoísmo hasta su conversión al catolicismo por influencia de la familia de su mujer; y, en la segunda, se habla de la bomba, de sus consecuencias, y del papel que jugó Nagai, con sus libros y con su actitud, para que, a diferencia del símbolo de Hiroshima, un puño cerrado con cólera, el símbolo de Nagasaki hoy sea el de unas manos unidas en oración.
Nagai tenía, entre sus adagios favoritos de Confucio, uno que dice que «si has encontrado el camino de la verdad por la mañana puedes ir a la muerte con paz esa misma tarde»; consideraba, tal como cuenta la parábola de la cabaña pobre, una pieza literaria sagrada del budismo, que «el mejor modo de encontrar lo sobrenatural es que tu corazón sea como una cabaña que está desprovista de todo menos de lo estrictamente necesario»; admiraba la posición de lucha no-violenta de Gandhi y decía que «deberíamos hacer que nuestras vidas fuesen poesías haiku, (…) ver más allá de la superficie de las cosas, buscar la belleza escondida de todo y descubrir las cosas gloriosas que nos rodean». Un hombre asombroso.
Paul Glynn. Requiem por Nagasaki (A song for Nagasaki, 1988). Madrid: I.M.G., 1999; 224 pp.; trad. de Francisco Sánchez Bayo; ISBN: 84-605-8437-Z. Nueva edición en Madrid: Palabra, 2011; col. Arcaduz; ISBN: 978-84-9840-559-0.