Sam y Leo cavan un hoyo, con texto de Mac Barnett e imágenes de Jon Klassen, es un álbum un poco enigmático.
Los protagonistas, hermanos o amigos, cavan un hoyo a las afueras de su casa, en busca de algo espectacular, mientras un perro les observa. Después de un rato trabajando deciden dejar de ahondar en vertical y hacerlo en horizontal; luego deciden separarse y seguir cada uno por su cuenta. Las imágenes van dejando claras las consecuencias de sus decisiones: cada cambio de rumbo provoca que no descubran grandes diamantes.
Tal como acostumbra Klassen, las ilustraciones están muy bien compuestas con una paleta de colores limitada, en este caso a colores terrosos, y los personajes tienen divertidos aires impasibles. También, como vimos en la colaboración anterior entre los autores, es un signo distintivo del relato que las imágenes muestran muchas cosas que las palabras no dicen.
El desenlace bien podríamos suponer que nos quiere dar una lección conocida, la misma de El tesoro o Qué bonito es Panamá: la mejor aventura es volver y el mejor tesoro está en casa… Sin embargo, si uno se fija bien, hay curiosas diferencias, tanto en los personajes como en los escenarios, entre las ilustraciones del principio y las del final: ¿otro mundo distinto? ¿tal vez que la misma aventura nos cambia? Una de las interpretaciones que a mí me ha sugerido la veleta de la casa, diferente al comienzo y al término, es la de las dos clases de poesía de las que hablaba Chesterton.
Jon Klassen. Sam y Leo cavan un hoyo (Sam & Dave Dig a Hole, 2014). Texto de Mac Barnett. Barcelona: Juventud, 2014; 40 pp.; trad. de Teresa Farran; ISBN: 978-84-261-4091-3. [Vista del álbum en amazon.es]