Me llamo Lucy Barton, de Elizabeth Strout, es una novela cortita que, aunque llena de calidez y humanidad, deja el poso agridulce característico de tantas novelas sobre niños que se convierten en víctimas de unos padres que van a lo suyo.
La narradora, Lucy Barton, casada y con dos hijas, está hospitalizada: «era a mediados de los ochenta, antes de los teléfonos móviles». Su estancia se prolonga y viene su madre a estar con ella unos días. Con este pretexto sale a la luz su dura infancia, los modos de ser de sus padres, las relaciones con sus hijas pequeñas y con su marido, otras amistades que tiene, sus inicios como escritora y su triunfo posterior, y otras cosas que fueron ocurriendo en su vida.
La narración es un tanto deshilachada —se suceden incidentes, reflexiones, recuerdos…— pero esa falta de estructura también contribuye a su naturalidad: el lector puede pensar que una escritora famosa, como es la narradora, podría hacerlo mejor; o puede pensar que, precisamente por ser una buena escritora, puede hacerlo así de bien pareciendo que todo está escrito como quien no quiere la cosa.
La narradora se detiene con frecuencia, con acierto, en el mundo de sentimientos infantiles. Habla también de los encuentros con gente variada que pueden darse en una gran ciudad como Nueva York. Describe cómo su vocación de escritora se acaba imponiendo a sus obligaciones familiares y causando daño a sus hijas: «Becka, la más sensible de mis hijas, me dijo en aquella época: —Mamá, cuando escribes una novela, puedes reescribirla, pero cuando vives con alguien veinte años, ésa es la novela, y no puedes volver a escribir esa novela con nadie».
Elizabeth Strout. Me llamo Lucy Barton (My name is Lucy Barton, 2016). Barcelona: Duomo, 2016; 184 pp.; col. Nefelibata; trad. de Flora Casas; ISBN: 978-8416261918. [Vista del libro en amazon.es]