En Nada que temer, un libro de recuerdos familiares y de sus actitudes ante Dios y la muerte, habla Julian Barnes de la falacia terapéutico-autobiográfica: «Algo malo sucede en tu vida o, en el caso de la muerte, deberá suceder; escribes sobre ello y te sientes mejor al respecto. Veo que esto funciona en muy contadas, locales circunstancias. Jules Renard, Diario, 26 de septiembre de 1903: “La belleza de la literatura. Pierdo una vaca. Escribo sobre su muerte y hacerlo me reporta lo bastante para comprar otra vaca”. Pero, ¿esto funciona en algún sentido más amplio? Quizá en ciertos tipos de autobiografía: tienes una infancia dolorosa, nadie te quiere, escribes sobre ella, el libro es un éxito, ganas un montón de dinero y la gente te quiere. ¡Una tragedia con final feliz! (Aunque por cada historia parecida de Hollywood, debe de haber unas cuantas como ésta: tienes una infancia dolorosa, nadie te quiere, escribes sobre ella, el libro es impublicable, y sigue sin quererte nadie.) Pero ¿en la narrativa, o en cualquier otro arte transformador? No veo por qué debería serlo ni por qué el artista debería querer que lo fuera».
Julian Barnes. Nada que temer (Nothing to Be Frigthened Of, 2008). Barcelona: Anagrama, 2010; 300 pp.; col. Panorama de narrativas; trad. de Jaime Zulaika; ISBN: 978-84-339-7526-3.