Atención a lo concreto (2)

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En la capacidad de prestar atención a lo concreto coinciden la mirada del niño con la del artista, que es, precisamente, quien ve y siente así la realidad pero, además, sabe luego expresarla con precisión. En relación a esto menciona Josef Pieper unos textos del poeta inglés G. M. Hopkins en sus diarios para señalar que poseía el don de mirar con atención y pasión la «disposición» de las cosas de forma que, por ejemplo, describe «la llama» como «más clara y tersa que el cristal, la seda o el agua». Apunta que, quien sabe mirar así, no elimina «la realidad de lo visible con una precipitada “simbolización”» y que «la mirada de la contemplación terrenal respeta lo visible de las cosas de este mundo e intenta retenerlo». Hay, en ese modo de actuar, un gran respeto a lo concreto que, continúa Pieper, tiene su origen en que «cada cosa guarda y oculta en su raíz un signo de origen divino. Quien se percata de ello ve que ésta y todas las cosas son buenas por encima de todo lo concebible. Lo ve y es feliz». Por otra parte, no está de más añadir cómo esa capacidad de observar las cosas no es ni mucho menos la propia de quien tiene mucha cultura literaria o artística, que a veces sólo sabe hablar de las cosas con palabras de otros, y cómo con frecuencia la encontramos en las personas más sencillas que saben mirar y asombrarse.

Josef Pieper, «Contemplación terrenal», La fe ante el reto de la cultura contemporánea (Über die Schwierigkeit heure zu glauben, 1974), Madrid: Rialp, 2000; 281 pp.; trad. de Juan José Gil Cremades; ISBN: 84-321-3294-2.

29 septiembre, 2013
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