Las personas que se suelen llamar «simples», por ser «mentalmente incompletos en algunos aspectos», tienen una cualidad mental que los caracteriza y que comparten con los niños. Dice Oliver Sacks que si la tuviéramos que describir con una sola palabra hablaríamos de «concreción»: «su mundo es vívido, intenso, detallado, pero simple, precisamente porque es concreto: no lo complica, diluye ni unifica la abstracción». Esa concreción, sigue, «se ve como algo negativo, incoherente, pero esto es una “inversión”», pues «lo concreto es elemental, es lo que hace la realidad “real”, viva, personal y significativa». Eso hace que esas personas puedan experimentar la realidad con intensidad elemental y, a veces, abrumadora. «Lo concreto puede abrir puertas, y puede también cerrarlas. Puede constituir una puerta de acceso a la sensibilidad, la imaginación, la profundidad. O puede limitar al posesor (o al poseído) a pormenores intrascendentes. En los «simples» vemos, amplificadas en cierto modo, estas dos posibilidades potenciales». Es decir, continúa, «lo concreto puede llegar a ser también un vehículo de misterio, belleza y profundidad, una vía de acceso a las emociones, a la imaginación, al espíritu…».
Oliver Sacks. «El mundo de los simples», El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (The Man Who Mistook His Wife for a Hat, 1985). Barcelona: Anagrama, 2010, 5ª ed.; 319 pp.; col. Compactos; trad. de José Manuel Álvarez Flórez; ISBN: 978-84-339-7338-2.