Al comienzo de cada capítulo de El deseo de comprender explico mi trayectoria de lecturas relacionadas con cada uno de los autores y libros que comentaré. Allí hablo de que los que menos conocía cuando empecé a preparar el libro eran Virgilio y la Eneida. Había leído tiempo atrás la biografía de Virgilio (Grimal), pero volví a echarle un vistazo, leí El siglo de Augusto (también de Grimal) y una parte de la obra de Horacio. Utilicé la edición de Gredos de la Eneida para la comprensión de los méritos poéticos de Virgilio —tan bien explicados, por otra parte, por T. S. Eliot en varios ensayos—, y recuperé mis notas de dos novelas excelentes: El silbido del arquero (Irene Vallejo) sobre la primera parte, y Lavinia (Ursula Le Guin), sobre la segunda.