Las novelas más conocidas de Stephen King me repelen pues no me gusta ni lo gótico ni lo cruel ni lo morboso, pero no tengo dudas de sus sobresalientes cualidades como narrador y me parecen muy certeras muchas de las opiniones sobre la escritura y el trabajo del escritor que da en Mientras escribo.
Por ejemplo, estas:
«Una descripción insuficiente deja al lector perplejo y miope. El exceso de descripción lo abruma con detalles e imágenes. (…) La descripción arranca en la imaginación del escritor, pero debe acabar en la del lector.
Para que el lector se sienta dentro de la historia, concedo más importancia al escenario y al ambiente que a la descripción de los personajes. Tampoco comparto la opinión de que la descripción física deba ser un atajo hacia la personalidad. Ahorradme pues, si sois tan amables, los “ojos azules e inteligentes” del protagonista, y su “barbilla pronunciada de hombre de acción”. Son ejemplos de mala técnica y escritura perezosa, el equivalente de los pesadísimos adverbios.
Para mí, una descripción acertada suele componerse de una serie de detalles bien escogidos que lo resumen todo. En la mayoría de los casos serán los primeros que se le ocurran al escritor. Se trata de un punto de partida muy válido. (…) Creo que en casi todos los casos los detalles que se visualizan en primer lugar son los más fidedignos, además de los mejores».
Stephen King. Mientras escribo (On Writing, 2000). Barcelona: Plaza & Janés, 2001; 222 pp.; trad. de Jofre Homedes Beutnagel; ISBN: 84-01-32860-8.