En Cartas del diablo a su sobrino, después de que Orugario manifestase su temor a que las personas inteligentes lean los libros de sabiduría de los antiguos y pudiesen así llegar a descubrir vestigios de la verdad, el maestro Escrutopo le tranquiliza indicándole que tal posibilidad es pequeña. En realidad, le dice, (modifico un poco el texto), «la única cuestión que con seguridad no se plantearán nunca será la que trata sobre la verdad de lo leído; en cambio se formularán preguntas acerca de las influencias y dependencias, acerca de la evolución del correspondiente escritor, acerca de su influencia histórica, etc.». Así, comentaba el entonces cardenal Ratzinger, «la cuestión acerca de si lo expresado por el autor es verdadero, y hasta qué punto lo es, sería una cuestión nada científica; se saldría del ámbito de lo probable y demostrable y recaería en la ingenuidad del mundo precrítico». Pero no tiene por qué ser así y por supuesto se puede ir más allá de una sabiduría de apariencias: «El hombre no está preso en un gabinete de espejos de las interpretaciones; él puede y debe irrumpir hacia lo real, que se halla detrás de las palabras y que a él se le muestra en las palabras y por medio de ellas».
Joseph Ratzinger. Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo (Glaube, Warheit, Toleranz. Das Christentum und die Weltreligionen, 2003). Salamanca: Sígueme, 2006, 6ª ed.; 237 pp.; trad. de Constantino Ruiz Garrido; ISBN: 84-301-1519-6.