Nunca me han hecho especial gracia los relatos de miedo para niños pero, tal vez porque veo muchos, ha llegado un momento en el que algunos sí me divierten. Dos ejemplos de los últimos meses, que también he comprobado que gustan a lectores pequeños, han sido ¡Qué susto!, que presenta cuatro escenas —La casa encantada, La bruja mala, Gastón el fantasma, El vampiro Modesto— con cuatro pequeñas ventanas en cada una; otro es La casa encantada, que contiene cinco pop-ups: una casa encantada, el hombre lobo, unas tumbas, una bruja en una torre, y un vampiro en el sótano.
Al margen de que sean libros divertidos los cito, también, porque las contracubiertas dicen, del primero, que es un libro rimado que fomenta la imaginación y la creatividad; y, del segundo, que es un libro interactivo con preguntas que estimulan el desarrollo intelectual y la imaginación del niño: lo podemos aceptar, desde luego, igual que un profesor que conozco que, cuando tiene que calificar los dibujos de sus alumnos, empieza siempre por «bueno, todo dibujo es un buen dibujo…». Y, en segundo lugar, los cito por la desconfianza, seguramente injustificada, que me causa leer en las contracubiertas que los dos libros han sido confeccionados, en China, con «papel de bosques sostenibles».
No dice autores. ¡Qué susto! (Spooky, 2011). Madrid: Macmillan, 2012; 4 hojas en cartoné; adaptación de Paz Barroso; ISBN: 978-84-15430-23-0.
Holly Ong-Seng. La casa encantada (Haunted House, 2012). Texto de Sarah Powell. Madrid: MacMillan, 2012; adaptación de Roberto Aliaga; ISBN: 978-84-15430-68-1.