Por qué fracasan los países, de Daron Acemoglu y James A. Robinson, otra recomendación de mi amigo economista, me ha parecido un gran libro acerca de, como apunta el subtítulo, «Los orígenes del poder, la prosperidad y la riqueza». O, dicho de otra manera, ¿por qué algunos países son ricos y otros pobres? No son extraños los muchos elogios que ha recibido el libro pues, por un lado, la exposición es clara y ordenada, y los argumentos resultan convincentes al estar bien apoyados en ejemplos de todos los ambientes y épocas.
Los autores detallan, al principio, cómo la prosperidad no se explica ni por cuestiones geográficas, como si el clima o la situación del país la condicionaran; ni culturales, como si dependiera del nivel cultural o el tipo de creencias del pueblo y los gobernantes; ni por la razón de que los gobernantes tienen más o menos conocimientos de economía. Aunque todos esos factores puedan tener algún peso, ellos los descartan y centran sus argumentos en las instituciones políticas y económicas que ha llegado a tener cada país. Las diferencian en extractivas e inclusivas: las primeras «tienen como objetivo extraer rentas y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a un subconjunto distinto»; las segundas son aquellas que dan libertad a las personas «para ejercer la profesión que mejor se adapte a su talento» y que les «proporcionan igualdad de condiciones» para tener la oportunidad de desarrollarlo; y que, por otro lado, «allanan el camino para otros dos motores de prosperidad: la tecnología y la educación».
La exposición muestra cómo han surgido unas instituciones y no otras, cómo unas instituciones han propiciado el progreso social y otras no, cómo la historia también ha marcado la trayectoria institucional de los países. Se ven qué pasos fueron decisivos hacia las instituciones inclusivas y, luego, de qué modo se han producido círculos virtuosos que las han reforzado; y también se ponen de manifiesto los círculos viciosos que han afianzado en otros lugares las instituciones extractivas.
Los autores sostienen, al fin, que el éxito y el fracaso de un país se debe principalmente a su historia institucional. El éxito, a que han logrado pasar de instituciones extractivas a inclusivas debido al acierto con el que, en determinados momentos históricos, sus gobernantes y sus gentes han aprovechado coyunturas críticas para romper moldes anteriores y reformar sus instituciones. El fracaso, por el contrario, se acumula debido a que «quienes tienen el poder toman decisiones que crean pobreza. No lo hacen bien, no porque se equivoquen o por su ignorancia, sino a propósito». Es decir: no se proponen crear los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta e innove; temen, y por tanto impiden o dificultan, aquellas instituciones que pueden destruir sus privilegios y su poder político: en especial un sistema jurídico imparcial, unos medios de comunicación y un sistema educativo libres.
Daron Acemoglu y James A. Robinson. Por qué fracasan los países (Why Nations Fail, 2012). Bilbao: Deusto, 2014, 8ª ed.; 589 pp.; trad. de Marta García Madera; ISBN: 978-84-234-1266-2. [Vista del libro en amazon.es]