Cuando leo algunas etiquetas de vinos suelo pensar que, quizá, la primera del género la escribió un guasón y, como hubo tipos que se la creyeron, el guasón y sus amigos siguieron desarrollando esa clase de textos y, poco a poco, tanto el repertorio de bobadas como el de gente que se las creen ha ido en aumento. Algo así como lo que cuenta Andersen en El traje nuevo del emperador: los sastres-embaucadores dijeron que sólo ven el traje los tontos o los que no son dignos de su cargo; el ministro pensó «como tonto no soy, si digo no que lo veo es que no soy digno…, por tanto hay que elogiar el traje». Y unos se lo creen o hacen que se lo creen y muchos lo elogian o hacen que lo elogian y los inocentes se parten de risa.
10 marzo, 2005