Mercaderes del espacio, de Frederick Pohl y C. M. Kornbluth, es una utopía futurista de los años cincuenta, con problemas de estilo y de estructura, pero valiosa e inteligente.
El narrador es Mitchell Courtenay, el más joven de los jefes de publicidad de la Sociedad Fowler Schocken, una de las dos grandes compañías publicitarias que dominan el mundo. Cuando le nombran jefe de la sección Venus, el encargado de lanzar la campaña que promoverá la explotación de Venus, ve que alguien intenta desplazarle: la competencia o gente de su propia empresa o gente del movimiento conservacionista. Cuando lo consiguen acaba trabajando, bajo una identidad distinta, en una plantación en Costa Rica en la que se fabrican las proteínas Clorela. Allí descubrirá cómo es la vida real y logrará organizarse para volver.
El argumento acaba siendo algo enredado y ni el narrador ni los personajes son del todo convincentes. Además, como pasa con muchas novelas del género, el tiempo ha dejado atrás muchas referencias futuristas de los años en los que se redactó. Sin embargo, es entretenida e inteligente, fue la primera novela que planteó abiertamente la preocupación por la cuestión medioambiental y son certeros sus enfoques sobre la preponderancia de las agencias de publicidad en el mundo y sobre cómo la publicidad, que al principio sólo trataba de vender productos manufacturados, «un trabajo de niños», en el futuro moldea por completo las vidas y costumbres de la gente.
Frederik Pohl y C. M. Kornbluth. Mercaderes del espacio (The Space Merchants, 1955). Barcelona: Minotauro, 2008; 222 pp.; trad. de Luis Domènech; ISBN: 978-84-450-7695-8.