De Cuadernos de un escritor, de Somerset Maugham, libro al que llegué a partir de este comentario, tomé nota de sus observaciones sobre Chéjov: «un escritor de verdadera personalidad, no una fuerza salvaje, como en Dostoievski, que sorprende, inspira, aterra y deja perplejo, sino una potencia con la cual se puede llegar a intimar. (…) Su radio de acción es grande y su conocimiento de la vida directo. (…) Con Chéjov uno no parece estar leyendo historias. En ellas no hay agudeza evidente, y cabría pensar que cualquiera hubiese podido escribirlas; pero la realidad es que nadie puede. El autor ha sufrido una emoción y tiene la facultad de traducirla en palabras para hacérnosla sufrir a nosotros también. Nos convertimos en sus colaboradores. Es imposible usar en las narraciones de Chéjov la manoseada expresión “pedazo de vida”, porque un pedazo es un fragmento de algo y esto es precisamente lo que no se tiene la impresión de leer; es una escena vista a través de los dedos, que uno sabe continua de una u otra forma, pero de la cual no vemos más que un fragmento».
W. Somerset Maugham. Cuadernos de un escritor (A Writer’s Notebook, 1949). Barcelona: Versal, 1991; 334 pp.; col. Versal Singular; trad. de Rosa Martínez; ISBN: 84-7876-079-2.