Al comienzo de la segunda Guerra Mundial, el francés Jean Bruller escribió y publicó en París, con el seudónimo de Vercors, un relato corto titulado El silencio del mar. En él cuenta cómo un cultivado y cortés oficial del ejército alemán se aloja en casa de un anciano y su sobrina e intenta convencerles de los beneficios que se seguirán de la fusión de las culturas alemana y francesa: no es nuevo esto de la complicidad de personas «buenas» en comportamientos nefastos, ni tampoco lo es la decepción posterior, «la inevitable muerte de cualquier esperanza desesperada». De todos modos, supongo que peor aún es haber sido cómplice y ni haberse dado cuenta.
3 marzo, 2005