Caballerosidad andante

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Caballerosidad andante

Una escena central de Rendición incondicional, de la que omito cosas, es una charla entre Guy y una amiga que va a verle para intentar convencerlo de que no haga lo que tiene pensado hacer, entre otras cosas, adoptar como suyo un niño de su exmujer Virginia:

«—Pobre idiota —dijo Kerstie, con furia y compasión y algo cercano al amor en su voz— (…) ¿Es que no puedes entender que los hombres ya no son caballeros y no creo que lo fueran nunca? (…) Venga ya, Guy. Tienes cuarenta años. ¿No ves lo ridículo que pareces haciendo de caballero andante?

—¿Qué tipo de vida crees que tendría su hijo, si naciera sin ser deseado en 1944?

—No es asunto tuyo.

—Se convirtió en asunto mío cuando me salió al paso.

—Querido Guy, el mundo está lleno de niños no deseados. La mitad de la población europea está sin hogar, entre refugiados y prisioneros. ¿Qué significa un niño de más o de menos entre toda esta miseria?

—No puedo hacer nada por todos esos otros. Este es el único caso en que puedo ayudar. Y solo puedo yo, la verdad. Soy el último recurso de Virginia. De modo que no podía hacer otra cosa, ¿no lo ves?

—Pues claro que no lo veo. (…) Estás loco.

Y Kerstie se marchó más enfadada de lo que había llegado. No valía de nada intentar explicarlo, pensó Guy. ¿No había dicho alguien que “todas las discrepancias son discrepancias teológicas”? Volvió de nuevo a la carta de su padre: Los juicios cuantitativos no valen aquí. Si se ha logrado salvar una sola alma, eso compensa del todo cualquier pérdida de “imagen”».

Evelyn Waugh. Rendición incondicional (Unconditional Surrender, 1961). Madrid: Cátedra, 2011; 422 pp.; col. Letras universales; edición crítica de Carlos Villar Flor; trad. de Carlos Villar Flor y Gabriel Insausti Herrero-Velarde; ISBN: 978-84-376-2857-8. [Vista del libro en amazon.es]

28 diciembre, 2013
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