No es fácil, a veces, saber si algunos libros infantiles que muestran deficiencias educativas tienen como destinatarios a los niños. En general son ciertas dos cosas: que los niños no tienen la visión de conjunto que les permite dar a cada cosa su verdadero valor y eso les hace más frágiles, y que ser pequeño no es ser tonto y eso les hace comprender más de lo que parece. Dicho de otro modo: lo más importante no suelen ser los libros en sí mismos sino las condiciones personales del lector unidas a su concreto entorno familiar y social. Por eso, hablando desde lejos y en general, no es fácil juzgar sobre la conveniencia de que algunos relatos sean apropiados o no para niños: en ocasiones pueden presentarles situaciones que ellos no entienden y crearles problemas que no tienen, otras veces pueden darles luces que les ayuden a juzgarse mejor a sí mismos y a comprender mejor a los demás. De todas maneras, no está de más recordar que la misión educativa de cualquier ficción literaria es sólo indirecta.