El vaso medio lleno es un nuevo libro de aforismos de Enrique García-Máiquez que, podríamos decir, continúan los de Palomas y serpientes.
En uno de ellos el autor describe su propia destreza en este género:
«Con los juegos de palabras, pasa lo que con cualquier otro juego. Hay quien juega bien, y gana».
A veces, porque sabe descubrir los caminos ocultos entre sonidos y sentido:
«¡Qué alhaja lingüística la hache intercalada de “ahuecar la voz”»;
«Esa r de más en el nombre de un género de menos, como el microrrelato. Ahí está su clave compensatoria: el extra de vibración».
En otras ocasiones, porque sabe sacar partido a los dobles significados de las palabras:
«Qué desperdicio que un país que prohíbe el vino se llame Qatar»;
«El minimalismo debería aspirar a ser minusvalorado. Su megalomanía amosca».
Muchas otras, porque sabe mirar la realidad desde un ángulo que cabe llamar chestertoniano:
«El túnel es un pozo con luz en vez de agua»;
«Cuando uno tiene pesadillas, madrugar es el mal menor».
Además, al hacerlo detecta enseguida la poesía visual, como se nota en el pequeño capítulo titulado «¿?»:
«Para recoger respuestas, la hoz del signo de interrogación»;
«Los signos de interrogación se invierten, uno hacia arriba, otro hacia abajo, porque preguntar es darle vueltas».
Las repeticiones de palabras también le sirven para ironizar cordialmente con los comportamientos que vemos alrededor:
«La víctima del victimismo es su conmovido público»;
«El que no concibe que se pueda pensar distinto a cómo él piensa, en realidad, no piensa»;
«Pensar bien de los demás es pensar bien».
En el juego también gana cuando muestra contraposiciones:
«Para huir de uno mismo, las mentiras; para enfrentarse a uno mismo, la verdad»;
«El silencio que vale no es el de callarse sino el de atender.
Son excepcionales algunas definiciones o descripciones que hacen entender mucho mejor las cosas:
«El bien, cuando se muestra, es la belleza; el bien, cuando se demuestra, es la verdad. El bien, cuando se esconde, es el misterio»;
«La alegoría es un espejo; un símbolo es una ventana. La metáfora, un cuadro».
Y, en especial, brilla en el manejo una suave autoironía que cualquier lector puede aplicarse a sí mismo:
«Pascal decía que “el yo es odioso”, pero pensaba en el “yo” de Montaigne»;
«Nadie te cae verdaderamente mal hasta que sus mismos elogios te fastidian»;
«Me preocupa mucho mi vanidad. ¿Por virtud? Bueno, no, por vanidad».
Enrique García-Máiquez. El vaso medio lleno (2020). Madrid: Ediciones More, 2020; 140 pp.; ISBN: 978-84-122712-0-1. [Vista del libro en amazon.es]