Wayne Booth: «¿Cómo podemos reconocer una obra buena? ¿Cómo lo hacemos saber a los demás? Cada crítico tiene que plantearse estas cuestiones de una manera o de otra, pero la verdad es que hay demasiadas posibilidades entre las que elegir. Para determinar si una obra hace bien algo, que vale la pena o es algo bueno, el crítico sólo puede atender a cuatro o cinco aspectos generales. Podemos admirar una obra porque su reconstrucción es excepcionalmente buena (crítica objetiva o formal); porque en ella se refleja el propio autor o su situación (expresiva); o porque nos produce un efecto muy fuerte (retórica); o porque contiene o transmite una doctrina verdadera o deseable (didáctica o ideológica); o porque es la cima o la ilustración de una tradición o el comienzo de una corriente (histórica).
Como todas las obras son todas estas cosas —una construcción, una expresión, una acción sobre su auditorio, la encarnación de unas creencias, y un momento de la historia—, un crítico que se interese principalmente por uno de estos aspectos siempre encontrará que es posible emitir un juicio. Y no hay ninguna razón para suponer por adelantado que los juicios emanados de cada uno de estos intereses coincidirá o discrepará con los procedentes de los otros. Aunque, por ejemplo, sea muy común que una obra que todos consideran “bien construida” produzca un poderoso impacto en los lectores o exprese los sueños más recónditos de su autor, también es frecuente que las obras históricamente más importantes o las de más auténtica poesía o las de mayor impacto presenten fallos serios desde el punto de vista del crítico que se interesa por la expresión o la forma. Lo interesante es que hay que esperar valoraciones distintas, y cada una de ellas perfectamente válida según su propio punto de vista, cuando las preguntas que tratan de contestar los críticos son radicalmente distintas».
Wayne C. Booth. Retórica de la ironía.