Tetralogía El Dador (y 3)

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Tetralogía El Dador (y 3)

Las novelas que componen El Dador no hablan de rebeliones armadas o de acciones contra el poder, sino de las actitudes de fondo de los personajes y de las cosas que cada uno puede hacer. En ellas queda claro que las deficiencias no nos definen: «”enorgullécete de tu dolor”, le había dicho siempre [a Nora/Kira] su madre [a propósito de su cojera]. “Eres más fuerte que los que no tienen ninguno”». Queda también clara la importancia de poner al servicio de los demás los dones que tenemos, incluso a costa de la propia vida: cada una de las novelas conduce a sus protagonistas a un momento crítico de ese tipo. Pero, en especial, todas reivindican la fuerza del amor familiar y de la bondad.

La segunda novela, En busca del azul, habla de los lazos de Kira con su padre desaparecido y con su madre, que la defendió de las costumbres imperantes de arrojar fuera a quienes tenían defectos irrecuperables; también Kira consolará y dará ánimos a una pequeña niña cantora que había sido separada de su madre. En esa misma novela le dirán a Kira que en Pueblo «se quiere mucho a los hijos» y tanto en El Mensajero como en El hijo, esto se pondrá de manifiesto en muchos momentos, e incluso, en algunos, se dirá expresamente. Así, de Gabriel, que siempre había vivido en el Hogar de Muchachos, se nos dice que «pese a todo, Gabe hubiera preferido vivir con una familia, como Nathaniel, su mejor amigo. Nathan tenía padres y dos hermanas; su casa era ruidosa debido a las peleas y a las risas».

Pero la clave principal está en la primera novela cuando, en el proceso de ir llenando de recuerdos a Jonás, el Dador le dice que le va a transmitir su recuerdo favorito, le hace ver una celebración familiar en Navidad, y luego le pregunta:

«—¿Qué has percibido?
—Calor —respondió Jonás—, y felicidad. Y… déjeme pensar. Familia. Era una celebración de algo, una fiesta. Y algo más…, pero no se me ocurre la palabra.
—Ya te llegará. (…)
—Sí que me ha gustado ese recuerdo. Comprendo que sea su favorito. No he captado el nombre de la sensación entera, esa sensación que era tan fuerte en la habitación.
—Amor —dijo el Dador».

El conjunto de las novelas a mí me hace pensar, por un lado, en la idea chestertoniana de que la familia es la única institución que verdaderamente puede frenar o moderar el espíritu coercitivo del Estado, de que cuando las familias pierden fuerza los gobiernos ganan poder sobre las vidas de las personas. Y, por otro, me trae a la memoria la famosa frase de Dostoievski que, al final de Los hermanos Karamázov, Aliosha dirige a unos chicos: «no hay nada más noble, más fuerte, más sano y más útil en la vida que un buen recuerdo, sobre todo cuando es un recuerdo de la infancia, del hogar paterno. Se os habla mucho de vuestra instrucción. Pues bien, un recuerdo ejemplar, conservado desde la infancia, es lo que más instruye. El que hace una buena provisión de ellos para su futuro, está salvado. E incluso si conservamos uno solo, este único recuerdo puede ser algún día nuestra salvación».

Lois Lowry. El Dador (The Giver, 1993). León: Everest, 2005, 12ª impr.; 172 pp.; col. Punto de Encuentro; trad. de María Luisa Balseiro; ISBN: 84-241-5953-5. Nueva edición el año 2009; 224 pp.; ISBN: 978-84-241-3584-3. [Vista del libro en amazon.es]
Lois Lowry. En busca del azul (Gathering Blue, 2000). León: Everest, 2003; 219 pp.; col. Punto de encuentro; trad. de María Luisa Balseiro; ISBN 84-241-8018-6. [Vista del libro en amazon.es]
Lois Lowry. El mensajero (Messenger, 2004). León: Everest, 2010; 195 pp.; trad. de Alberto Jiménez Rioja; ISBN: 978-84-241-3675-8. [
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Lois Lowry. El hijo (Son, 2012). León: Everest, 2013; 351 pp.; trad. de Alberto Jiménez Rioja y Nuria Jiménez Rioja; ISBN: 978-84-441-4955-4. [
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15 diciembre, 2016
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