Mil millones de tuberías, de Diego Arboleda y Raúl Segospe, trata sobre qué pasa, en una ciudad llena de fábricas, metal y tuberías, cuando en el jardín de la casa de un niño llamado M cae un meteorito: los científicos del reino lo desean a toda costa pero M no se lo da y acaba envuelto en una rebelión contra el gobierno.
A mí me ocurre que hay relatos que, por alguna o algunas razones previas a la lectura (o más bien motivos y no razones), me caen bien. En este caso fueron: que el texto de contraportada es tumbativo y que, a simple vista, la integración con las imágenes parecía conseguida y sugerente. Luego, al entrar en la historia, lo leí rápido con interés por saber el final y esto es otro tanto a favor. Y los defectos que me pareció ver —como que podría tener un desarrollo más claro— quedaron en segundo plano ante algunos hallazgos de palabras —Alboratorio, por ejemplo—, y ante la personalidad cabezona del protagonista —«uno de esos niños que sabían contestar y fastidiar a la vez»—.
Diego Arboleda. Mil millones de tuberías (2009). Madrid: Anaya, 2009; 215 pp.; ilust. de Raúl Sagospe; ISBN: 978-84-667-8485-6.