Después de El legado del rey Tsongor y El sol de los Scorta he leído con ganas Eldorado, de Laurent Gaudé. Me parece que, como novela, se queda bastante por debajo del nivel de las dos anteriores pero, en cualquier caso, me ha gustado leerla.
En él se cuentan dos historias en paralelo. Una es la del comandante de barco Salvatore Piracci, que vigila las fronteras marítimas del sur de Italia desde hace más de veinte años y, con frecuencia, recoge inmigrantes que llegan en penosas condiciones: varios incidentes le hacen replantearse su vida. Otra, contada en primera persona y con frases muy cortas, es la de Soleimán, un chico sudanés que comienza con su hermano una larga expedición hacia las costas de Libia para poder pasarse a Europa: en ella experimenta lo que pueden hacer los «hombres corrompidos por el miedo y la necesidad» pero también la fortaleza que da no ser egoístas y preocuparse por los demás.
Las improbabilidades que se detectan o se suponen —la narración de Soleimán, no los hechos que cuenta ni los sentimientos que tiene; la evolución final de la vida de Piracci, no la narración—, no afectan al poder emocional y a la veracidad de fondo de la historia. Tal vez, en la sensación de obra no conseguida que me ha quedado, influya que, después del interés que despierta el primer incidente que se narra, el encuentro de Piracci con una mujer a la que había rescatado dos años atrás, ningún otro suceso conmueve igual.
El sintético título viene de un comentario que hace un hombrecillo misterioso que se acerca al comandante Piracci cuando está contemplando, en el cementerio de Lampedusa, las tumbas donde están enterrados muchos de los primeros que habían intentado llegar a Italia: «Es el cementerio de Eldorado. (…) Así lo llamo yo. (…) Eldorado, comandante. Lo tenían en el fondo de los ojos. Lo desearon hasta que volcó su embarcación. En eso fueron más ricos que usted y que yo. Nosotros tenemos el fondo de los ojos seco. Y nuestras vidas son lentas».
Y el espíritu de la obra tal vez se corresponda con el momento en que Piracci se despide de su amigo Angelo y éste «encomendó a su amigo al cielo diciéndose que los hombres eran más o menos bellos en virtud de las decisiones que tomaban».
Laurent Gaudé. Eldorado (2006). Barcelona: Salamandra, 2007; 234 pp.; trad. de Jordi Martin Lloret; ISBN: 978-84-9838-123-8.