En su momento mencioné Cómo saborear un cuadro, de Victor Stoichita. Otro libro reciente del autor con el que he aprendido mucho es La invención del cuadro, un estudio de la pintura europea entre entre 1522 y 1675, desde la revuelta iconoclasta de Wittenberg, organizada por Andreas Bodenstein von Karlstadt, hasta un cuadro de Cornelius Norbertus Gijsbretchs que representa el reverso de un cuadro. En él están bien explicados los sofisticados ejercicios metapictóricos a los que se dedicaron entonces muchos pintores, como por ejemplo los cuadros de gabinetes de coleccionista; o los cuadros que a su vez contenían cuadros, o mapas, o espejos, con intención de reflexionar acerca de la condición de la imagen; o las «complicadas escenificaciones autorreflexivas» que presentaban el arte como proceso y como producto, hasta llegar a la cumbre que supusieron escenas de taller como Las meninas (1656) y El arte de la pintura (1666). Entre otras cosas, viene bien para caer en la cuenta de que muchos artistas posmodernos son verdaderos principiantes en sus ejercicios metafictivos.
Victor I. Stoichita. La invención del cuadro. Arte, artífices y artificios en los orígenes de la pintura europea (2011). Madrid: Cátedra, 2011; 506 pp.; col. Ensayos de Arte Cátedra; trad. de Anna María Coderch; ISBN: 978-84-376-2854-7.