Medio Rey

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Medio Rey

Medio Rey, de Joe Abercrombie, es el primer libro de una trilogía de aventuras fantásticas. Un mapa inicial nos enseña los países que tienen costa con el Mar Quebrado —como Gettlandia, Vansterlandia, Trovenlandia y otros—, y las ciudades y lugares más importantes. El ambiente, más que el de una historia paramedieval, es el de un relato de antiguos guerreros nórdicos. El joven Yarvi, hijo pequeño del rey de Gettlandia, estudia para ser clérigo pues tiene una mano deforme. Pero cuando su padre y hermano mayor son asesinados, Yarvi es nombrado heredero. Entonces, su tío, que siempre había sido amable con él, da orden de que lo maten. Logra escapar a duras penas pero sus captores, que ignoran quién es, lo venden como esclavo y termina siendo remero en un barco mercante. Así que, antes de poder cumplir su juramento, de vengarse de su tío y recuperar su trono, habrán de pasar muchas cosas. El lema por el que Jarvi se guía, que se recuerda varias veces, es el propio de los clérigos: sopesar el bien mayor, aspirar al mal menor y allanar el camino del Padre Paz.

Como en de Secuestrado, de Stevenson, (la mejor novela de aventuras jamás escrita según muchos), el narrador sigue las andanzas y los pensamientos del héroe, y el autor estructura su trama del mismo modo: chico que queda huérfano; tío que se queda con su herencia; embarcado por la fuerza hace amigos y, juntos, se amotinan —en Secuestrado es uno, aquí son varios—; luego huyen para regresar al lugar de origen; en el camino son perseguidos pero también encuentran quienes les ayudan; enfrentamiento final con el tío. Es una novela bien escrita y narrada: el autor va al grano y casi nunca emplea descripciones enfáticas típicas del subgénero; las singularidades del mundo que describe surgen con naturalidad; no falta el sentido del humor y abundan las réplicas o las observaciones sabias, muchas muy apropiadas. Por ejemplo: un personaje le dice a otro «Alguna vez ha habido algo de lo que no te quejaras?», y su interlocutor le contesta con un «Si no encuentras algo de lo que quejarte, es que no te esfuerzas en buscar».

En las descripciones de batallas y enfrentamientos no se ahorran escenas de violencia y, aunque se arrepienta luego, el joven héroe también las comete. Cuando, después de un combate, en el que primero uno de sus amigos muere por él, y luego él mismo apuñala por la espalda a una capitana pirata que quería matarle, otro de sus compañeros le tranquiliza: «los buenos lo sacrifican todo para vencer, y apuñalan a quien haga falta y del modo que puedan. El gran guerrero es aquel que sigue respirando cuando los cuervos se dan el atracón. El gran rey es aquel que contempla cómo arden los cadáveres de sus enemigos. Que el Padre paz derrame lágrimas por los métodos; la Madre Guerra sonríe a los resultados». Es decir: estamos ante un héroe pagano sin paliativos que todo lo supedita a sus objetivos y si tiene que matar o envenenar a alguien lo hace, con más o menos remordimientos, pero sin dudarlo. Con todo, y a diferencia de novelas previas del autor —yo he leído solo una y tuve suficiente—, esta contiene mucha menos violencia y, sobre todo, sus héroes no tienen el mismo feroz cinismo de otros anteriores.

Un último apunte. Siempre me sorprende un poco que, en obras como esta, los personajes recen de formas extrañas. Es como si sus autores se dejasen llevar por una idea caricaturizada de lo que entienden que debe ser rezar, con lo que todo es confuso e impropio de unos héroes que se nos presentan como listos. Al menos a mí me decepciona que Yarvi, antes de la batalla decisiva, invoque a la Madre Guerra diciéndole lo siguiente: «Te he rezado pocas veces, lo sé (…). Siempre he sido más partidario del Padre Paz. Pero concédeme la victoria en este día. Devuélveme la Silla Negra. Me has puesto a prueba y estoy preparado. Ya no soy el necio que era, ni el cobarde, ni el crío. Soy el rey legítimo de Gettlandia. (…) Si eliges no hacerme rey, si eliges enviarme hoy por la Última Puerta, al menos permite que cumpla mi juramento. (…) Concédeme la vida de Odem. Concédeme la venganza. Con eso me daré por satisfecho». Y añade el narrador: «No fue una plegaria constructiva como las que se enseñaban a los clérigos. No fue una oración de entrega ni de creación, pero la entrega y la creación no significaban nada para la Madre Guerra. Ella tomaba, destruía, enviudaba. Sólo le importaba la sangre».

Joe Abercrombie. Medio Rey (Half a King, 2014). Barcelona: Fantascy, 2015; 378 pp.; trad. de Manuel Viciano; ISBN: 978-84-15831-60-0. [Vista del libro en amazon.es]

27 agosto, 2015
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