WRIGHTSON, Patricia

WRIGHTSON, PatriciaAutores
 

Escritora australiana. 1921-2010. Nació en Lismore, Nueva Gales del Sur. Estudió en la Universidad de Queensland. Editora y escritora. Premio Andersen 1986.


Luna nueva
Barcelona: Noguer, 1990; 142 pp.; col. Cuatro Vientos; ilust. de Noela Young; trad. de Miguel Martínez Lage; ISBN: 84-279-3196-4.

Una región poco poblada de Australia. Un pescador y agricultor, de nombre Mort, habita en ella con su perro Azul, que es el vínculo entre los humanos y los animales del bosque. Una invasión de bermejizos, un tipo de murciélagos, altera el equilibrio: los hombres comienzan a poner trampas y las trampas matan a quienes no deben. Los animales recurren a Keating, un misterioso protector de animales y hombres, para solucionar los problemas.



En sus libros, la autora realiza una singular fusión de fantasía, mitología y realidad. Sus narraciones tienen altura literaria, son originales, se desarrollan lentamente y están cargadas de símbolos y creencias mitológicas de los aborígenes australianos. Se deduce que no son de fácil lectura para cualquiera: se requiere la conexión mental que sólo da compartir tradiciones y, además, concederles una importancia enorme. Wrightson plantea problemas ecológicos «cósmicos», que siempre se resuelven recurriendo a personajes misteriosos y míticos, grandes sabios de orígenes y destinos desconocidos.

En Luna nueva esta función la desempeña Keating, un hombre moreno, muy alto y grandioso, de piel oscura y con barba, que aparece caminando colina arriba: «Era él quien despedía la luz de luna», cuenta el narrador.

En una naturaleza poblada por jerbos, ualabis, koalas, zarigüeyas, y todo tipo de animales propios de Australia, que hablan entre sí de modo muy realista, Wrightson desarrolla una especie de fábula ecológica, cuyo nudo se plantea en una discusión entre Mort y el guardabosques:

«—¡Todo ese hervor de tu preciosa vida salvaje! —rugió Mort estallando de nuevo—. No se puede plantar un frutal o un rosal sin que vengan los canguros y se lo coman. Si consigue sobrevivir a los canguros, las ratas se comen los brotes, y si alguna vez se las arregla para producir un poco de fruta, entre los pájaros, las zarigüeyas y las ratas dan buena cuenta de ella. Esa gente no tiene la culpa. Esa preciosa vida salvaje de tus animales no nos deja espacio. Puede que terminemos por pensar en nuestros propios derechos.

—Ya te he dicho que habría tensión —le recordó el guardabosques. Parecía preocupado—. Limpias el monte bajo por tres o cuatro casas y se ha perdido un montón de espacio natural. Un montón de animales tienen que moverse y desplazan consigo a otros. Hay un desorden espantoso hasta que vuelve a conseguirse el equilibrio».


28 julio, 2010
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