WALLACE, Lewis

WALLACE, LewisAutores
 

Escritor norteamericano. 1827-1905. Nació en Brookville, Indiana. Fue periodista. En la guerra de Secesión llegó a general. Fue gobernador de Nuevo México y embajador de su país. Falleció en Crawfordsville, Indiana.


Ben-Hur
Madrid: Anaya, 1990; 640 pp.; col. Tus libros; ilust. de William Martin Johnson; trad., apéndice y notas de Juan Fernando Merino; ISBN: 84-207-3952-9.
Nueva edición en Barcelona: Planeta, 2003; 640 pp.; col. Novelas de Grecia y Roma; trad. de Manuel Serrat Crespo; ISBN: 84-674-0449-3.

Ben-Hur, príncipe judío, es injustamente condenado a galeras. Más adelante se convierte en heredero de un romano rico a quien salvó la vida. La enemistad con el culpable de su condena, el romano Messala, antiguo amigo de la infancia, será el hilo conductor de una trama cuyo telón de fondo son algunos episodios de la vida de Jesucristo.



Ocho libros componen esta larga y desigual novela histórica, popularísima durante décadas: enseguida ocupó el puesto de la más leída en Estados Unidos, por delante de Mujercitas, y lo mantuvo hasta la publicación de Lo que el viento se llevó, en 1936; también, por ejemplo, la heroína de L. M. MONTGOMERY, Ana, la de Tejas Verdes, la lee con entusiasmo.

Tiene momentos cumbres como el inicial del encuentro en el desierto de los Reyes Magos, el combate de galeras o la carrera de cuadrigas. Lastran su desarrollo, en muchos momentos, las digresiones frecuentes y los diálogos larguísimos, que a ciertos lectores les pueden romper el ritmo y dificultarles seguir el hilo de la historia. Por otra parte, a veces el autor es demasiado grandilocuente, o pone en boca de sus personajes declaraciones ampulosas. Sin embargo, es una novela con atractivo perenne porque, además de que tiene pasajes excelentes, los personajes atraen y la tensión se mantiene.

¡Oh, Aldebarán!

Una escena. Ben-Hur pide a Ilderim que le muestre sus caballos: «Es necesario que me familiarice con tus caballos árabes. Debo conocerlos por los nombres, ¡oh jeque!, para poder dirigirme a cada uno por separado; no menos importante es que conozca sus temperamentos pues con los caballos sucede igual que con los hombres, si son demasiado arrojados, es necesario reprenderles, y si son tímidos, convienen las alabanzas y las lisonjas». Ilderim hace traer los caballos, y cuando Ben-Hur le pregunta por qué tienen todos ellos nombres de estrellas, Ilderim replica: ¿Alguna vez te has encontrado de noche en medio del desierto? Ante la negativa de Ben-Hur, Ilderim continúa: «Entonces no podrías entender hasta qué punto los árabes dependemos de las estrellas. En señal de gratitud tomamos prestados sus nombres, y los otorgamos con gran amor. […] Todos mis antepasados tuvieron alguna yegua que llevara por nombre Mira. También sus hijos tienen nombres de estrella. Este de aquí es Riegl, y ese otro es Antares; aquél es Altair y aquel otro Aldebarán, el más joven de los cuatro, pero no por ello el peor… ¡Por cierto que no! Aún corriendo contra el viento podría llevarte a toda velocidad, hasta que sientas rugir el aire en tus oídos con la fuerza de un ciclón; y podría llevarte hasta donde quisieras, hijo de Arrio…, ¡ah, te llevaría hasta las fauces abiertas de un león, si a tanto te atrevieras!».

Más información

En la voz de wikipedia se detalla el argumento pero también se dan datos sobre los motivos que tuvo el autor para escribirla y se indican algunas curiosas influencias en su composición.

Vale la pena conocer también la extraordinaria edición ilustrada por William Martin Johnson: la española que se menciona en los datos editoriales o la norteamericana que se puede consultar en la red.


26 febrero, 2009
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