HUGHES, Richard

HUGHES, RichardAutores
 

Escritor británico. 1903-1976. Nació en Weybridge. Dramaturgo, novelista y periodista de la BBC. Falleció en Harlech, Gales.


Huracán en Jamaica
Barcelona: Destino, 1989, 2ª ed.; 245 pp.; col. Destinolibro; trad. de Rafael Vázquez Zamora; ISBN: 84-233-1708-0. Otra edición en Barcelona: Alba, 2007; 264 pp.; col. Clásicos modernos; trad. de Amado Diéguez; ISBN: 84-84283430. Nueva edición en Alba, 2017; 264 pp.; col. Minus; ISBN: 978-8490653302. [Vista del libro en amazon.es]

Mediados del siglo XIX. Los señores Thornton, hacendados ingleses que viven en Jamaica, deciden enviar a sus hijos a Inglaterra para que reciban allí la educación adecuada. Junto con los Fernández, otros chicos criollos de la isla, durante la travesía en barco caerán en manos de unos piratas crepusculares y patéticos, dirigidos por el capitán Jonsen —que «era cualquier cosa menos un hombre astuto»— y su lugarteniente Otto. Aunque se producirán acontecimientos trágicos, los niños, en especial la pequeña Emily, de diez años, irán adaptándose a la nueva situación y estableciendo unas curiosas relaciones con los piratas.



Relato con un enfoque singular, en el que destaca el buen uso del lenguaje y la capacidad del autor para el comentario irónico, así como el acierto con el que se muestran algunos flashes del comportamiento humano, adulto e infantil. La otra cara es que algunas digresiones parecen no tener rumbo, que no encaja bien que los sucesos trágicos se narren con acentos paródicos, y que a los personajes siempre se les observa desde fuera, como en plan curioso e ingenioso pero sin empatía ninguna. El mejor humor del narrador asoma cuando realiza cierto tipo de comentarios: «es tan improbable esperar que te disparen que uno apenas puede conectar ambas ideas y, en consecuencia, sentir la emoción apropiada, al menos las primeras veces. Por ejemplo, no es ni la mitad de sorprendente que cuanto alguien, en plena oscuridad, se lanza sobre ti con un “¡Uuuh!”». También tienen gracia bastantes observaciones incidentales: «Cuando se bucea, resulta aleccionador mirar de pronto a un gran pulpo a la cara. Jamás se olvida (…) la ternura vacuna del ojo del pulpo, o la hermosa e infinitesimal movilidad de su boca grande y desdentada»…

Relaciones con Peter Pan

Las estrechas relaciones de la historia con Peter Pan, comienzan porque los piratas de Hughes se parecen no poco a piratas como Garfio o Smee, del que James BARRIE decía que era «la esencia de lo trivial, el patético Smee […], tan inmensamente patético […] porque era tan patéticamente inconsciente de ello».

También se notan en párrafos que reproducen ideas similares, aunque más exageradas en este caso: «Hay un periodo en las relaciones de un niño con cualquier adulto que esté a su cuidado; este período discurre entre el momento en que lo conocen y su primer reproche, y sólo puede compararse a la inocencia primordial del Edén. En cuanto tiene lugar el primer reproche, el Edén ya no puede recuperarse».

Pero, sobre todo, es parecida la pintura que se hace de los niños en ambas historias. En Peter Pan se dice que los niños son «los seres más crueles del mundo», «aunque muy atractivos», y Barrie define a Peter Pan como arrogante, presuntuoso y dice de él que «no cree que pensara jamás». Pero si en Peter Pan se presentan esos posibles rasgos del niño con simpatía, Hughes es de los autores que van hacia el extremo en la misma dirección para obtener conclusiones menos complacientes. Con una ironía distante contra los padres al modo de Barrie, Hughes intenta describir un poco la mentalidad infantil: su egocentrismo, su modo de vivir en el presente, su sentido de la justicia y, a la vez, su crueldad… Así, Barrie señalaba que «sólo las madres están siempre dispuestas a hacer de parachoques. Todos los niños saben que las madres son así y las desprecian por eso, pero se aprovechan de ello constantemente». En la misma línea Hughes dirá que «la señora Thornton hablaba siempre a Emily con su estilo más brillante, como si todo tuviese en este mundo un interés superlativo»; apuntará que «a los hijos les hubiera sorprendido, tanto como a la madre, el saber qué poco significaban sus padres para ellos»; y concluirá que, quizá, los niños siguen a sus mayores con el mismo afecto que las gaviotas a un barco. Cabe apuntar que, si eso sucede, tiene una explicación que Barrie apunta cuando, después de decirnos de Peter Pan que «no sólo no tenía madre, sino que no sentía el menor deseo de tener una. Le parecía que eran unas personas a las que se les había dado una importancia exagerada», señala que «Wendy sintió inmediatamente que se hallaba en presencia de una tragedia». La tragedia, como es lógico, no es el sentimiento de Peter Pan sino su causa: tener unos padres como los señores Thornton.


30 agosto, 2007
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