Escritor español. 1967-. Nació en Madrid. Doctor en Ciencias de la Imagen. Fue profesor de primaria y bachillerato. Profesor universitario de Narrativa Cinematográfica.
La Palabra ImpronunciableMadrid: Eiunsa, 2000; 258 pp.; col. Campamento; ilustraciones del autor; ISBN: 84-89893-93-4. Otra edición en Madrid: Libros Libres, 2005; 244 pp.; ISBN: 84-96088-38-3.
Sergio, un chico de doce años solitario y tímido, lector de novelas de aventuras y dibujante de cómic, es elegido para luchar contra Velmordia, un príncipe de los espíritus malignos. Su pequeño y olvidado ángel de la guarda es enviado al mundo para guiarle. Tendrán papeles decisivos su hermano pequeño y una chica vecina.
El príncipe de TarsisMadrid: Editex, 2002; 254 pp.; col. Libros de mochila; ISBN: 84-7131-667-6.
«Muy a su pesar, Héctor llevaba el nombre de un perdedor». Así comienza la historia de un chico de trece años con pasión por las leyendas antiguas. Acompañado por Álex, un compañero de clase, hace una visita nocturna al Museo Arqueológico de Madrid, donde les ha citado un conserje llamado Virgilio. Allí las esfinges cobran vida y un extraño sortilegio los envía de viaje al pasado, a la época de Tartessos. Allí les harán falta unos abundantísimos conocimientos de mitología e historia.
Ana y la SibilaBarcelona: Bambú, 2006; 302 pp.; ISBN: 84-934826-0-9.
Con motivo de un viaje a Roma con sus compañeros, Ana y Mario, dos chicos de catorce años, se ven involucrados en un complejo viaje hacia el pasado. Como en El príncipe de Tarsis, también aquí aparece Virgilio, en forma de conserje de la Capilla Sixtina, y él es quien hace, más o menos, de guía de los protagonistas. Primero conocen a Aníbal durante la toma de Sagunto, luego entran en contacto con Escipión, más tarde con el emperador Octavio, finalmente charlan también con Miguel Angel. Ilustraciones, mapas y un apéndice de nombres facilitan hacerse cargo de lo que se narra.
En la literatura infantil y juvenil actual abundan los relatos rápidos, podríamos decir que de transición entre lo escrito y lo visual, preparados por guionistas de cine y televisión que reutilizan hasta la saciedad argumentos y escenas de cómic e historias del pasado, y que se nutren del abundante abono que ya tienen las imaginaciones infantiles. Mediante unas técnicas comerciales bien engrasadas y gracias a la incesante necesidad de historias que tienen los chicos, ese tipo de relatos pueden tener aceptación aunque su nivel sea bajo.
En este panorama hay relatos por encima de los estándares habituales y que no tratan al niño por debajo de su capacidad. Es el caso de La palabra impronunciable, donde un angelito experto en videoconsolas es enviado a la tierra para que Sergio, el chico de doce años que le olvidó hace tiempo enviándolo al Mundo de los Sueños junto con personajes como Sandokán y otros héroes de ficción, pueda enfrentarse a un príncipe de los espíritus siniestros. El autor ha construido una novela bien estructurada, con muchas referencias a libros y películas de aventuras, y en la cual los defectos literarios están compensados por el vigor imaginativo y un desarrollo narrativo de calidad superior a la común en este tipo de relatos.
También de la específica preparación profesional del autor, que ha publicado un manual sobre la confección de guiones cinematográficos, vienen las cualidades de El príncipe de Tarsis y Ana y la Sibila: buenos arranques, diálogos vivos, réplicas justas, incidentes continuos, escenas bien montadas. Algunos le reprocharán que no perdone a Héctor ni uno sólo de los líos en los que se vieron involucrados los héroes clásicos, y las numerosas explicaciones que son necesarias para que Ana y Mario se aclaren y puedan llevar a cabo su misión: los argumentos se complejizan y los diálogos informativos son muchos. Otros dirán, sin embargo, que tales alardes de conocimientos no sólo están bien integrados en la narración sino que de ahí se deriva que las tramas sean inusualmente ricas. Y ambas cosas son ciertas.
En cualquier caso, los lectores a los que Homero y Virgilio les pillen lejos, encontrarán numerosas referencias cinematográficas y literarias mucho más cercanas, desde Indiana Jones y Gladiator a los viajes fantásticos de Alicia en el país de las maravillas y de Dorotea en El maravilloso Mago de Oz. Y sentirán cercanos los golpes de humor derivados del lenguaje y las costumbres de unos chicos de ahora trasplantados al pasado. Además, siguiendo fielmente las reglas del género, Héctor deberá enfrentarse a verdaderos dilemas y sabrá resolverlos bien: «Nunca te arrepientas de ser compasivo», le reafirmará Virgilio después de una elección complicada. Como también hará con Ana: «Proteger y servir es lo único que nos hace grandes».
Contras y pros
Desde un punto de vista literario se puede decir que los párrafos explicativos de El príncipe de Tarsis y Ana y la Sibila son muchos; que los pasos mágicos de las historias así como las intervenciones sobrenaturales, con el habitual aparataje visual de luces y explosiones propios de muchas películas, funcionan mal en textos escritos; que unos personajes en medio de tales sucesos tienen pocas posibilidades de resultar verdaderamente creíbles, por más que tengan rasgos que los hacen familiares para el lector joven de ahora…
Ahora bien: un relato infantil-juvenil ha de medirse no sólo por sus cualidades estrictamente literarias sino también por su capacidad de atraer a los lectores a los que se dirige y, gracias a ese tirón, por su carácter de puente hacia otras lecturas acerca de mundos que desconocen, y de instrumento útil para mejorar destrezas de lectura y de comprensión. Ese criterio es el que ha de aplicarse a estas historias: su composición tan cinematográfica pueden facilitar su aceptación entre un buen sector del público joven, y entre una parte del público adulto interesado en tener instrumentos que propicien un acercamiento de más jóvenes al mundo clásico.
31 mayo, 2006