La literatura y el cine populares enfocan lo espectacular: procuran sobre todo atender a lo extraordinario y no les importa ocultar la parte aburrida de la realidad. Por eso son engañosos: no nos decepcionan cuando los leemos o los vemos sino que nos decepcionan cuando debemos dejarlos y enfrentarnos a lo cotidiano. Por eso podemos decir que actúan como una droga. Por otra parte, es interesante caer en la cuenta de lo que significa la expresión aburrido: en el aburrimiento suelen caer quienes tienen sus capacidades infrautilizadas, quienes no se plantean desafíos personales, quienes han crecido acostumbrados a diversiones... Leer más
Cuando Gandalf quiere averiguar la contraseña de las puertas de Moria ve que las palabras en élfico grabadas encima de las puertas dicen: «Las Puertas de Durin, Señor de Moria. Habla, amigo, y entra». Gandalf prueba un encantamiento tras otro hasta que se da cuenta de que debería haber traducido las palabras élficas como «di “amigo” y entra”»... «Sólo tuve que pronunciar la palabra “amigo” en élfico y las puertas se abrieron. Simple, demasiado simple para un docto maestro en estos días sospechosos. Aquéllos sin duda eran tiempos más... Leer más
Nostálgicos del pasado, quejosos del presente, temerosos del futuro, fanáticos del parapeto (como decía Thomas Bernhard de sí mismo). Todos ellos piensan que en un lado estamos nosotros, los buenos, en el otro están ellos, los malos. Sí, entre nosotros hay gente que no lo hace bien a veces, pero esto pasa en las mejores familias. Sí, a veces no lo hemos hecho del todo bien, pero en cualquier caso mejor que lo hubieran hecho ellos. Desde luego, entre ellos hay gente que no es tan mala, pero algo raro les debe pasar cuando no están en nuestro lado. Desde luego, no todo lo hacen mal, pero esas cosas también nosotros las hubiéramos hecho bien e incluso mejor. En esas ocasiones se puede recordar el comentario que hacía un desencantado Tolkien a propósito de algunos fanáticos de su... Leer más
Cuando leo algunas etiquetas de vinos suelo pensar que, quizá, la primera del género la escribió un guasón y, como hubo tipos que se la creyeron, el guasón y sus amigos siguieron desarrollando esa clase de textos y, poco a poco, tanto el repertorio de bobadas como el de gente que se las creen ha ido en aumento. Algo así como lo que cuenta Andersen en El traje nuevo del emperador: los sastres-embaucadores dijeron que sólo ven el traje los tontos o los que no son dignos de su cargo; el ministro pensó «como tonto no soy, si digo no que lo veo es que no soy digno…, por tanto hay que elogiar el traje». Y unos se lo creen o hacen que se lo creen y muchos lo elogian o hacen que lo elogian y los inocentes se parten de... Leer más